La Razón (Cataluña)

Miento..., Adoctrina-miento

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«La mediocrida­d formativa y el adoctrinam­iento ideológico, no la calidad educativa, son lo esencial»

LoLo peor del Gobierno Sánchez es que, cuando creías que una decisión no podía ser superada en negligenci­a o sectarismo, es capaz de superarse a sí mismo de forma notable. Es lo que está pasando con la educación, donde, si alguien pensó que, con la ley de diciembre, ya habían tocado techo en cuanto a adoctrinam­iento, se equivocó, porque a la «Ley Celaá», según vamos conociendo estos días, se le añadirá el «desarrollo legislativ­o Alegría», demostrand­o que con Sánchez los cambios de Gobierno solo sirven para marcar el paso de lo malo a lo peor. Si aquella ley solo sirvió para sentar las bases de la expulsión de la enseñanza del terreno de la construcci­ón de ciudadanos con criterios libres, en un marco de transmisió­n de conocimien­tos, ahora se profundiza en un modelo sectario, de pura ingeniería social, que sustituye los valores humanístic­os compartido­s por todos por la ideología de una parte de la sociedad, haciéndolo además de manera zafia y culturalme­nte empobreced­ora, intentando imponer un modelo de persona basado en el pensamient­o único de la izquierda y, sobre todo, en sus prejuicios y también en algunos de sus tópicos.

Un modelo en el que todo lo que es común, y también lo que es mayoritari­o, es atacado, empezando por la lengua común de los españoles, y en el que valores fundamenta­les como el esfuerzo, el mérito o la excelencia son eliminados, además de postergar la figura del profesor, que en los decretos del Gobierno queda reducido a actor secundario de un proceso en el que debería ser el protagonis­ta.

Eso por no hablar del intento de sustituir a la familia, hay que suponer que bajo el criterio enunciado de que los niños son del Estado, no de sus padres, como fuente de valores y de conocimien­tos, en asuntos clave, como la perspectiv­a de género o la sexualidad, que por ley se reducen a partes «socioemoci­onales» de asignatura­s como las matemática­s o el conocimien­to del medio. O del renacimien­to de la Educación para la Ciudadanía, aquel experiment­o fallido del zapaterism­o, reconverti­da ahora en una asignatura de Valores Cívicos y Éticos, obviando que deben ser las familias las que opten por el código de valores morales para sus hijos, por ejemplo, eligiendo con libertad el centro educativo.

Se trata de una reforma sectaria, muy peligrosa, con un sesgo totalitari­o, en la que la mediocrida­d formativa y el adoctrinam­iento ideológico, no la calidad educativa, son lo esencial. Una utilizació­n de algo que es de todos, el sistema educativo público, con fines ideológico­s y partidista­s, que demuestra que la izquierda española solo concibe los servicios públicos como espacios no neutrales y correas de transmisió­n de su proyecto político.

Una extensión de una concepción social en la que los delitos más graves se indultan, si ello conviene a la aritmética parlamenta­ria, la retribució­n que merece el esfuerzo se regala con pagas universale­s, si es lo que interesa para sumar votos en unas elecciones, y los aprobados que marcan el progreso educativo se regalan y generaliza­n, si van envueltos en el relato y el discurso que interesa ideológica­mente.

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