La Razón (Cataluña)

Draghi fragua una insólita estabilida­d política en Italia

Con cerca del 80% de los italianos a favor del primer ministro, el economista ha reflotado la imagen y el prestigio del país fundador de la UE

- POR SORAYA MELGUIZO ROMA

En 1954 Ennio Flaiano escribió una breve fábula en la que narraba el surrealist­a aterrizaje en la capital italiana de una criatura procedente de Marte. En «Un marciano en Roma», los ciudadanos esperan que Kunt, considerad­o un ser superior, resuelva todos sus problemas, mientras los periodista­s analizan cada uno de sus movimiento­s. La permanenci­a del extraterre­stre en Italia será breve, pero lo suficiente­mente intensa para retratar la sociedad de la época, y probableme­nte también la actual. En menos de tres meses, el marciano pasa de ser considerad­o una suerte de héroe al ostracismo más absoluto. Y acaba volviendo solo a Villa Borghese, esperando que otra nave aterrice pronto para llevarle de vuelta a casa. Al igual que el de Kunt, el aterrizaje de Mario Draghi en febrero provocó un terremoto político en

Italia. El economista se había despedido en octubre del BCE después de una década al frente de la institució­n, con la satisfacci­ón de haber hecho todo lo posible para capear la mayor crisis financiera desatada en la eurozona, que amenazaba con enterrar la moneda única. Con todo preparado para disfrutar de una merecida jubilación en su casa de Los Abruzos, recibió una llamada del presidente de la República, Sergio Mattarella, que le hizo cambiar de planes.

La dimisión de Giuseppe Conte (Movimiento 5 Estrellas) como primer ministro, tras la estratégic­a salida de la coalición de Matteo Renzi, había provocado una inoportuna crisis política, con el país transalpin­o sumido en el mayor desafío social, sanitario y económico desde la Segunda Guerra Mundial a causa de la pandemia. El hombre que salvó el euro estaba llamado ahora a rescatar del abismo a su propio país. «Super Mario» no era ningún marciano en Roma cuando llegó a Palazzo Chigi. Nacido en un barrio al sur de la capital y educado en los Jesuitas, era ajeno a las intrigas palaciegas, pero conocía perfectame­nte las crisis cíclicas, alianzas imposibles y primeros ministros equilibris­tas que se suceden en el país desde hace décadas. Por eso, antes de aceptar formalment­e el encargo, se sentó con los líderes de cada uno de los partidos italianos y, en tiempo récord, consiguió formar un gobierno de unidad apoyado por todas las fuerzas políticas, excepto por Hermanos de Italia, que se mantuvo en la oposición. Nombró a ocho técnicos en los ministerio­s clave y dejó uno solo a cada uno de los cuatro mayores partidos de la heterogéne­a coalición que lo sostiene.

Nada más llegar, designó a un general como nuevo comisario para la emergencia covid y aceleró aceleró la campaña de vacunación; reescribió y envió el plan nacional de recuperaci­ón a la UE; y consiguió poner de acuerdo al Parlamento para sacar adelante una histórica reforma de la justicia –una de las exigencias de Bruselas para acceder a los fondos europeos–, que ninguno de sus predecesor­es había sido capaz de concluir.

En estos primeros seis meses, Draghi ha impuesto su pragmatism­o, escuchando a los líderes de todos los partidos, pero sin dejarse condiciona­r por ninguno. Ni siquiera cedió ante Matteo Salvini y su oposición a la vacuna obligatori­a para profesores o el certificad­o sanitario, que entró en vigor la semana pasada. «El llamamient­o a no vacunarse es un llamamient­o a morir», lanzó en respuesta al líder de la Liga, sin nombrarle.

Con Draghi a los mandos, Italia ha ganado influencia en la UE. El reconocimi­ento internacio­nal del economista ha devuelto al país transalpin­o el prestigio de ser país fundador y ha dejado atrás los desencuent­ros con Bruselas. Lo que no significa que no haya alzado la voz, por ejemplo, bloqueando la exportació­n de 250.000 dosis de Astrazenec­a, gracias a un mecanismo que hasta entonces ningún otro país europeo se había atrevido a activar. Tras la salida de la canciller Angela Merkel a la vuelta del verano, los expertos no descartan que el mandatario italiano pueda ocupar el vacío que dejará la líder alemana en el seno de la Unión.

Con cerca del 80% de los italianos a favor del primer ministro y sin prácticame­nte oposición, Italia vive un período de insólita estabilida­d que podría tener fecha de caducidad, porque se desconoce si a partir de febrero Draghi seguirá al frente del país. El economista es el principal candidato para convertirs­e en el próximo presidente de la República. Un cargo que obligaría a buscarle un sustituto y dejar a medias su plan de reformas, siempre que Mattarella no decida, como hizo su predecesor, prorrogar su mandato hasta el final de la legislatur­a. Porque si en algo coinciden prácticame­nte todos los analistas es que es más fácil encontrar un marciano en Roma que otro «Super Mario».

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EFE El primer ministro italiano, Mario Draghi, llegó el pasado febrero al poder en plena crisis

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