Nicaragua, conflicto Iglesia-Estado
Las relaciones entre los sucesivos gobiernos de Daniel Ortega y la jerarquía católica nicaragüense han sido con frecuencia muy agrias. En los últimos meses la crispación ha alcanzado niveles muy preocupantes. La cercanía de las elecciones presidenciales de noviembre, en las que Ortega se presenta por cuarta vez con probabilidades de ser reelegido, han encendido la exacerbación con mutuas diatribas. La pareja presidencial –Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, vicepresidenta– acusa a la Iglesia de «acciones satánicas» y a los obispos de estar «llenos de cólera y ser malvados».
Por su parte el arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, no se deja intimidar y ha afirmado que «nosotros acompañaremos al pueblo con el Evangelio y no con ideologías. El Papa Francisco lo ha dicho muy bien: las ideologías pasan, los gobiernos pasan, pero la Iglesia permanece». El obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, fue más lejos y calificó las acusaciones gubernamentales como «ataques demoníacos».
En la Santa Sede la situación preocupa. El Papa ha aludido a la necesidad de que la nación nica encuentre el camino de la pacificación y del diálogo político y social. «L’ Osservatore Romano», el pasado día 2, resaltaba en primera página que el Consejo Supremo electoral había excluido la posibilidad de que el partido Ciudadanos por la Libertad, principal fuerza de la oposición, pudiese participar en las urnas por carecer de «personalidad jurídica».
El clima se enrarece cada vez más. Desde medios cercanos al poder se acusa a la Iglesia de organizar un complot y de «apoyar el terrorismo». Pero el Cardenal Brenes se proclama dispuesto a afrontar, una vez más, la persecución.