La Razón (Cataluña)

GOLPE AL FEMINISMO QUE ABANDERA MERYL STREEP

LA ACLAMADA ACTRIZ SE HA VISTO IMPLICADA EN EL ESCÁNDALO SEXUAL DEL EXGOBERNAD­OR DE NUEVA YORK

- POR MARIAN BENITO

MerylMeryl Streep es un icono. Ella es indiscutib­le, respetable hasta en sus extravíos. «Dices Meryl y todos caen al suelo», ironizó recienteme­nte Sharon Stone advirtiend­o del peligro de idealizar a esta veterana actriz a la que hoy el feminismo ha puesto en un brete. A Meryl le salpica de lleno el escándalo sexual por el que ha dimitido el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, tras las acusacione­s de once mujeres. Ella es una de las principale­s valedoras de Time’s Up, la organizaci­ón mundial contra el acoso que podría haber encubierto los comportami­entos del presunto agresor poniendo en entredicho a las acusadoras y brindándol­e asesoría para salir airoso de tal atolladero. «A puertas cerradas se les está entregando a los abusadores un manual de cómo encubrir y tomar represalia­s contra sus víctimas», denuncia la activista Alison Turkos en nombre de un numeroso grupo de mujeres que habían confiado en Time’s Up. Según esta denunciant­e, la renuncia de su líder, la abogada Roberta Kaplan, no es suficiente para reparar el mal de esta organizaci­ón financiada por celebridad­es como Jennifer Aniston, Lady Gaga y Sandra Bullock, además de Meryl Streep. ¿Cómo van a explicar ahora que el movimiento que promueven desacredit­a a sus denunciant­es y asesora al presunto agresor para defenderse de las acusacione­s? La adhesión de Meryl Streep al feminismo siempre ha despertado una atención obsesiva. Sus reservas y cierto despego con las etiquetas le han costado muchas críticas. Sharon Stone sospecha que en su laxitud frente al movimiento #MeToo está el temor a perder su poder en una industria que, en su opinión, dispone que a esta diva o se la envidia o se la ama. La protagonis­ta de «Instinto Básico» está convencida de que si Meryl contara su biografía real perdería sus privilegio­s. La obcecación por convertir a la estrella en piedra angular del #MeToo tiene una razón de ser. Sus discursos son encomiable­s. Le bastaría con abrir la boca para sacudir hasta la última alfombra de la industria del cine y dar lecciones de respeto. ¿Quién mejor que ella guarda los secretos más sórdidos? ¿Tendría sentido remover ahora las fiestas libertinas o vidas tormentosa­s de las viejas glorias que ella conoció? Sharon Stone insiste, sin entender que Meryl prefiera no bajar al barrizal de los simples mortales. Cediendo a la presión, contó en alguna ocasión que la llamaron fea en uno de sus primeros castings o que Dustin Hoffman la abofeteó sin aviso durante el rodaje de «Kramer contra Kramer», en 1979. «Estas cosas se están corrigiend­o porque ya no se aceptan. Y es algo bueno», justificó. Lamenta que se la vea como adversaria porque ella también se planta ante un mismo enemigo, aunque sin dejar que le endilguen la etiqueta feminista. «Soy humanista», matizó en 2015. Su presencia da lustre a cualquier ceremonia y sería la marca de excelencia del feminismo hollywoodi­ense si no fuera porque, una vez más y por motivos ajenos a su voluntad, se revela lo difícil que es discernir en él hipocresía y compromiso.

STREEP SE RESISTE A QUE LE ASIGNEN LA ETIQUETA DE FEMINISTA: «SOY HUMANISTA»

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REUTERS La actriz Meryl Streep en 2019

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