La Razón (Cataluña)

Refundar los cines

LA PANDEMIA ES EL ÚLTIMO ACICATE DE UNA RECONVERSI­ÓN TAN NECESARIA COMO POSTERGADA EN UNA INDUSTRIA DEL SÉPTIMO ARTE EN LA QUE HOLLYWOOD HA DEJADO DE SER LA MECA DEL CINE

- Matías G. Rebolledo - Madrid

BobBob Chapek, el jefazo absoluto de Disney, se enfrenta a la llamada trimestral con sus inversores: «Las películas que hemos estrenado estos meses fueron concebidas durante un período en el que no sabíamos prácticame­nte nada sobre la COVID. (...) Desde el inicio de la pandemia, hemos llegado a cientos de acuerdos con los talentos y todos han ido a las mil maravillas. Tal y como hemos hecho siempre, encontrare­mos la manera de compensar las pérdidas nuestras y las de nuestras estrellas», se oía al otro lado de un teléfono, con sede en Wall Street, que le preguntaba por la demanda de Scarlett Johansson.

La protagonis­ta de «Viuda negra» se ha atrevido a llevar a los tribunales al mismísimo Mickey Mouse por lo que considera un «trato injusto» y un «incumplimi­ento de contrato», en referencia al estreno de su última película en la plataforma Disney+ al mismo tiempo que en cines. La actriz — o quizá sería mejor decir sus abogados y su equipo de publicidad—, creen que el montante montante que se ha embolsado en concepto de beneficios se ha visto afectado por la piratería y reclaman que se les pague la diferencia. Más allá de la afronta empresaria­l, y de una batalla que tiene poco de David contra Goliat y mucho de dos ratas peleando por un churro, el cuestionam­iento de los contratos multimillo­narios en la otrora Meca del cine es el último episodio de un dilema que el séptimo arte viene postergand­o desde la aparición de Netflix y Amazon como jugadores de relevancia global y que, después de una pandemia que no permitía abrir las salas de cine ni promociona­r los filmes de la manera habitual, no puede retrasarse más: hay que refundar Hollywood. O, al menos, darle un nuevo significad­o al concepto que tuvo en la mirada de los Spielberg, Lucas, DePalma o Scorsese su último retoque.

Poderoso caballero

Después del escándalo con la Viuda Negra, durante muchos años la única imagen femenina y feminista de la Casa del Ratón en cuanto a superhéroe­s se refiere, fueron muchos los que se aventuraro­n a asegurar que habría una nueva avalancha de pleitos y que los intérprete­s, como si la negociació­n salarial y sindical no fuera una quimera en el mundo del espectácul­o, se aventurarí­an a reclamar sus plusvalías. Seguimos esperando.

El panorama que han dibujado los nuevos operadores, independie­ntes de cualquier tipo de control y ajenos al escrutinio —fiscal y comercial— de sus audiencias reales, es desolador. Pese a los intentos de diversos operadores como ComScore y Rentrak, cuya labor notarial tampoco está lejos de la duda razonable, no hay plataforma digital que se atreva a hacer públicos sus datos. Tan solo las renovacion­es, las cancelacio­nes y la inversión (o no) en publicidad nos dejan hacernos una idea de cómo funciona una serie de HBO o la última película de Netflix. Si su supermerca­do de confianza le dijera, sin aportar ningún otro dato, que una marca de pan de molde es la más consumida —y por ende, la mejor a ojos del consumidor—, ¿no sería absolutame­nte normal dudar y creer que la moto puede estar trucada, adulterada quizá?

Humo y algoritmos aparte, lo

cierto es que la pandemia, pese al buen ánimo del sector, tendrá consecuenc­ias económicas graves para unas ya maltrechas cuentas del séptimo arte. Igual que en la crisis económica de 2008, cuando el ritmo de películas estrenadas en cines sufrió su primer retroceso desde principios de los noventa (casi 100 películas menos por año), la COVID volverá a hacer añicos los peores registros: «El escuadrón suicida», la nueva película de James Gunn con excelentes críticas en todo el mundo, debutó la semana pasada en nuestro país con 1.121.101€ de recaudació­n. La anterior película, («Suicide Squad», de 2016), vapuleada en todo el mundo y de la que renegó hasta su director, recaudó casi cinco veces más.

No se trata, por tanto, de la calidad de los filmes estrenados ni de su número, tanto como de la transforma­ción de las audiencias y la nueva segmentaci­ón del mercado. Los estrenos simultáneo­s, si bien más democrátic­os en el sentido de hacer llegar más películas a lugares más recónditos, han dado alas a una piratería que, por momentos, parecía extinta. Al entrar en RARBG, la página de referencia del robo intelectua­l en Internet, podemos encontrarn­os con versiones en alta definición de películas aun en salas como «Expediente Warren», «Fast and Furious», o incluso películas que aun no se han estrenado en nuestro país, como «Gunpowder Milkshake» o «Censor», que ya están disponible­s vía «streaming» en otras partes del globo.

Si todo fuera culpa de la piratería, como nos repitieron hasta la saciedad casi todos los gobiernos socialista­s, la solución sería sencilla, pero hay más factores a tener en cuenta. Quizá el más obvio sea la segmentaci­ón del mercado siguiendo nuevos modelos, a la sazón, la plataforma digital de turno. A fecha de agosto de 2021, existen 36 operadores de video bajo demanda en España, pero sin embargo, es prácticame­nte imposible ver una Palma de Oro del Festival de Cannes de principios de siglo sin recurrir al formato físico. Menos erudito: para ver «Evangelion» en su totalidad, quizá la serie animada más popular de mundo, hay que estar suscrito a tres plataforma­s distintas.

El ansia tardocapit­alista de los operadores por saturar el mercado, mercado, antes de que explotase, es la mirada misma al abismo. No hay solución fácil yquizá la apuesta por el consumo local, tal y como ya funciona en cierto modo en la alimentaci­ón, pueda aliviar los problemas económicos de un cine, el occidental, que ya no es ni mucho menos el hegemónico. Entre las cinco películas que más recaudaron en 2020, todas por debajo de los 500 millones de dólares eso sí, solo hay dos filmadas en Hollywood. En el 2000, lo eran las primeras 15.

La manida expresión de «repensar» o «refundar» los cines, aplicada desde hace unos años a esos mamotretos horrendos que son las salas «deluxe», quizá debería ganar entidad y aplicarse a la industria. Tal y como cuando pensamos en las «culturas» y no en la «cultura». Imitar la experienci­a hogareña, por tentador que suene y por infladas que se puedan vender sus entradas, solo es contraprod­ucente para un medio que parece no saber que su excentrici­dad es la experienci­a común. Los cines que vienen son más diversos y más baratos, pero también tendrán la oportunida­d de ser más rentables.

DE LAS CINCO PELÍCULAS MÁS TAQUILLERA­S DE 2020, TAN SOLO DOS TENÍAN SELLO HOLLYWOOD

A DÍA DE HOY, EXISTEN 36 OPERADORES DE «STREAMING» REGISTRADO­S EN ESPAÑA

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REUTERS
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Christophe­r Nolan (izq.), el primer día en el que se abrieron los cines de Los Angeles tras el confinamie­nto
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