AL RITMO FRENÉTICO QUE MARCA JOE BIDEN
AhíAhí tiene el amable lector un clásico del periodismo de todos los tiempos, un «antes y después» que suele emplearse para ilustrar los efectos del paso del tiempo en cualquier circunstancia de la vida. Aquí, sin embargo, hablamos del transcurso de un lapso, algo un poco más insólito, porque un lapso, menos de 24 horas, es lo que ha tardado la corresponsal de la CNN en Afgaborozo nistán, Clarissa Ward, en cambiar de atuendo. El domingo, con su hermoso pelo rubio al aire y luciendo pendientes. El lunes, cubierta con un velo que sólo deja ver el óvalo de la cara, lo que no deja de ser un atrevimiento para según qué tipo de energúmeno islamista, que las prefieren un poco más tapadas y a ser posible en su casa. Antes y después de que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, que parecía algo más listo y experimentado que su antecesor, Donald Trump, entregara Afganistán a los talibanes, ante el alde
alde los fabricantes de burkas locales, que, tras sufrir tantos años de incomprensión y penurias, van a ponerse las botas. Antes y después de que los sesudos analistas militares del Pentágono calcularan en algo más de tres meses el tiempo que tardarían los talibanes en hacerse con la capital, Kabul. Antes y después de que la Casa Blanca comunicara que, en sus previsiones, los talibanes sólo llegarían a ocupar algún que otro distrito rural. Sería para seguir haciendo humor, negro, si no fuera porque uno tiene todavía en la mente aquella niña afgana a la que las bestias del turbante le habían cortado los dedos por haberse pintado las uñas.