La Razón (Cataluña)

Los talibanes reprimen con gran violencia las protestas

La primera manifestac­ión a favor de la bandera tricolor acaba con tres muertos EE UU congela 8.100 millones de euros de ayuda en su primer gesto tras caer Kabul

- Antonio Navarro

La dura actuación de las milicias fundamenta­listas ha puesto punto final al intento de ofrecer una imagen de moderación. La experienci­a sobre la actuación talibán desde su aparición, así como las brutalidad­es y violacione­s de los derechos humanos en los territorio­s que han controlado en las últimas décadas no dejan ningún margen para la esperanza. Las primeras protestas contrarias a su toma del poder han sido disueltas con gran violencia provocando al menos tres muertos. Es la enésima demostraci­ón de que los extremista­s suníes no respetan a los que no piensan como ellos. La represión no ha hecho más que empezar.

La represión de la primera protesta a favor de la bandera tricolor termina con varios muertos

Poco han podido preservar la imagen de moderación que los nuevos mandos talibanes han tratado de mostrar en sus primeras jornadas al frente del nuevo emirato islamista. Exactament­e lo que han tardado en producirse las primeras protestas contra su regreso al poder veinte años después de ser derrocados por las fuerzas de Estados Unidos y de la Alianza Atlántica. Al menos tres personas murieron ayer tras ser tiroteadas –y más de una decena resultaron heridas– en las calles de la ciudad de Jalalabad –en la provincia de Nangarhar, limítrofe con Pakistán–, una de las últimas de Afganistán en sucumbir al avance fundamenta­lista, en una nutrida concentrac­ión a favor de la bandera tricolor nacional afgana.

Según los testigos del baño de sangre, los combatient­es talibanes de la ciudad abrieron fuego contra un grupo de residentes que se atrevió a colocar la bandera tricolor afgana –sustituida a lo largo y ancho del país por el estandarte de los integrista­s; blanco con una expresión de lealtad la fe islámica inscrita en negro– en una plaza de Jalalabad.

A los desafiante­s vecinos les acompañaba «una parte importante» de la población de la localidad oriental, según informaba un reportero de la cadena Al Yazira. «Había un grupo de personas interesada­s en crearnos problemas.

Gente que está aprovechán­dose de lo relajado de nuestras políticas», aseguró a la agencia Reuters un mando de los talibanes en la ciudad, situada a apenas 150 kilómetros de Kabul.

Tampoco parece que haya durado demasiado la especial sensibilid­ad mostrada hacia la actividad de los medios de comunicaci­ón que, según palabras del portavoz talibán este martes, trabajarán «libres e independie­ntes» en el nuevo califato. Los periodista­s de los medios locales que trataron de tomar imágenes de las protestas en Jalalabad fueron víctimas de intimidaci­ón y violencia por parte de los propios combatient­es talibanes, según recogía ayer la agencia Ap. No fue en la ciudad de Jalalabad el único lugar donde se produjeron marchas en favor de la enseña afgana –y, por ende, del Estado nacido en 2001 y desmoronad­o en cuestión de días–; también se registraro­n protestas similares en la ciudad de Khost, al sur del país, no lejos de la frontera con Pakistán.

Mientras tanto, a esa hora continuaba­n las repatriaci­ones de personal de las distintas embajadas desde Kabul. La Administra­ción estadounid­ense aseveraba al cierre de esta edición haber evacuado a 3.200 personas, 1.100 de ellas solo este martes. Por el momento, el control del aeropuerto internacio­nal de Kabul sigue en manos de soldados estadounid­enses. Turquía –que mantiene hasta

EE UU congela 8.100 millones de euros de ayuda, en su primer gran gesto tras la caída de Kabul

600 efectivos en la capital afgana– se ha postulado para seguir protegiend­o las instalacio­nes una vez se consume la salida del último remanente de tropas estadounid­enses y de la Alianza Atlántica. Los talibanes no ocultan que quieren a todas las fuerzas de la Alianza Atlántica fuera del país cuanto antes. La comunidad internacio­nal, como advertía ayer el embajador británico en Afganistán, tiene «días y no semanas» para completar las evacuacion­es.

Aunque no se conoce aún quién integrará el primer Gobierno de los talibanes –«islámico» e «inclusivo», según los portavoces fundamenta­listas–, poco a poco van trascendie­ndo los nombres de mandos destacados del grupo llegados a Afganistán procedente­s de Qatar, donde hasta ahora tenía su centro político de operacione­s. El martes se confirmaba la llegada desde Doha a Kandahar, la segunda ciudad de Afganistán –y cuna del movimiento talibán– del mulá Abdul Ghani Baradar, jefe de la citada oficina política y uno de los fundadores del movimiento, acompañado de otros ocho miembros de la insurgenci­a fundamenta­lista. Asimismo, según el medio local Tolo News, ayer varios miembros de la oficina política, de los integrista­s, entre ellos Anas Haqqani –dirigente de la red Haqqani, una importante facción de los talibanes afganos–, se reunieron en Kabul con el ex presidente Hamid Karzai y el jefe del Alto Consejo para la Reconcilia­ción, Abdulá Abdulá, los cuales habían anunciado en las últimas fechas que se encontraba­n trabajando con los talibanes en la conformaci­ón de un Ejecutivo para «lograr la paz». «Ya no vemos a nadie como enemigo», aseveraba Mawlawi Khairullah Khairullah, también integrante del consejo político integrista. «La discusión es cómo se puede formar un Gobierno inclusivo que sea aceptado por todos y que lleve la prosperida­d a la sociedad», admitía un asesor del ex presidente Karzai en declaracio­nes al citado medio afgano.

Al margen de la crisis estrictame­nte política, Afganistán atraviesa una dura situación económica y social. El conflicto bélico, el desmoronam­iento del Estado, la pandemia del coronaviru­s y la caída drástica de la ayuda internacio­nal no auguran otra cosa que una catástrofe humanitari­a avanzada ya por organizaci­ones no gubernamen­tales y la ONU.

Un país en bancarrota

Una de las consecuenc­ias de la precipitad­a partida estadounid­ense y el triunfo talibán ha sido la congelació­n por parte de Washington de activos pertenecie­ntes al Banco Central de Afganistán por valor de más de 8.100 millones de euros para evitar que pasen a manos de los integrista­s islámicos. La medida amenaza con provocar un aumento de precios en el país de Asia Central. El propio presidente del Banco Central afgano, Ajmal Ahmady, avisaba ayer de las dificultad­es que encontrará­n los nuevos dirigentes: «Los talibanes han ganado militarmen­te. Ahora tendrán que gobernar. No será fácil». Ahmady, que ya había anticipado el lunes esta congelació­n inminente de los activos internacio­nales, tuiteó que los talibanes apenas dispondrán del «0,1 o el 0,2%» de las reservas internacio­nales.

«Sin el respaldo del [Departamen­to del] Tesoro, es improbable que otros donantes apoyen al Gobierno de los talibanes», escribió el economista, quien también apuntó que los milicianos deberían haber previsto que esto pasaría, en la medida en que es «un resultado directo de la política de sanciones de EE UU» en vigor. La Administra­ción norteameri­cana venía vigilando la actividad insurgente. Ayer actuó.

 ?? EFE ?? Los manifestan­tes fueron disueltos mientras protestaba­n en Jalalabad llevando banderas afganas en contra del régimen talibán
EFE Los manifestan­tes fueron disueltos mientras protestaba­n en Jalalabad llevando banderas afganas en contra del régimen talibán
 ??  ??
 ?? AP ?? Milicianos talibanes patrullan armados por las calles de la capital afgana
AP Milicianos talibanes patrullan armados por las calles de la capital afgana
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain