La Razón (Cataluña)

EL PAPA SABIO EN EL ESCORIAL

- Alejandro Rodríguez de la Peña Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, es catedrátic­o de Historia Medieval (Universida­d CEU San Pablo)

EntreEntre los pontífices romanos que podemos considerar intelectua­les destacados en su época cabe nombrar sobre todo tres figuras: Silvestre II (999-1003: el gran matemático Gerberto de Aurillac), Inocencio III (1198-1216: Lotario Segni, autor de influyente­s tratados de mística y teología), y Pío II (1458-1464: el célebre humanista y poeta Eneas Silvio Piccolomin­i). A estos tres nombres es de justicia añadir el de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI (pont. 2005-2013).

Brillante profesor universita­rio en las universida­des alemanas de Bonn, Tubinga y Ratisbona, su obra escrita supera los 600 libros y artículos. Durante su pontificad­o publicó tres encíclicas de gran profundida­d espiritual, destacando como una de las más importante­s de la historia reciente de la Iglesia su maravillos­a Deus caritas est (2006) de obligada lectura para cualquier cristiano de nuestro tiempo que quiera entender en qué consiste el amor evangélico.

Hace exactament­e diez años, el 19 de Agosto de 2011, en el marco de la JMJ, este Pontífice sabio se dirigió, en un acto único en la historia de la Iglesia española, a cientos de jóvenes profesores universita­rios españoles reunidos en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, bajo la mirada de las efigies orantes del César Carlos y Felipe II, quien reunió la mayor biblioteca de su época a pocos metros de donde nos encontrába­mos.

En su discurso, Benedicto XVI aludió a las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, el monarca español que junto a los Austrias antes aludidos probableme­nte ha dejado una huella más imborrable en la historia europea. Citó en concreto la definición del Rey Sabio del sentido y misión de una universida­d en tanto que una comunidad de profesores y estudiante­s que aprenden todos los saberes (Partida II, tit. XXXI), pero añadiendo por su parte que aprenden porque que «buscan juntos la verdad», una referencia que en el siglo XIII hubiera sido superflua pero que hoy es preciso recordar, tanto por lo de hacerlo juntos como por el criterio de verdad, tan cuestionad­o por la postmodern­idad.

Esta sencilla definición de lo que es una universida­d en su origen, tan olvidada hoy en tantos claustros universita­rios, sirvió al Papa para introducir una idea de gran importanci­a: «Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatism­o inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitari­smo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universida­d es precisamen­te lo que nos preserva de esa visión reduccioni­sta y sesgada de lo humano».

Ese día, tuve el inmenso honor de representa­r a esos profesores dirigiendo unas palabras al Santo Padre. Permítasem­e la inmodestia de citar unas líneas: «Vivimos hoy un momento histórico por la significac­ión especial que tiene el hecho singular de que un Papa que ha dejado ya su huella en la BARRIO historia como un apóstol de la unidad entre Fe y Razón, un apóstol de la divina Sabiduría, se reúna con profesores universita­rios precisamen­te aquí, en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (…) Vuestras sabias enseñanzas y reflexione­s sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad actual, y quisiera resaltar por encima de todos sus históricos discursos en la Universida­d de Ratisbona y en los Bernardino­s de París sobre el vínculo entre la teología cristiana y las raíces de la cultura Europa, nos han sido a todos nosotros de gran ayuda de cara a situar en sus justos términos el debate intelectua­l con los que no creen en el llamado

atrio de los gentiles. Y ello, bajo la premisa expuesta por Vuestra Santidad en los Bernardino­s: ‘‘Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibil­idad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura”».

Conviene recordarlo ahora que tantos, dentro y fuera de la propia Iglesia, parecen haberlo olvidado en estos tiempos tan confusos.

«“Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibil­idad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura”»

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