El último señor de la guerra
El hijo del mítico «León de Panshir» es el único líder de la Alianza Norte que sigue en el país dispuesto a dar la batalla
Como si de la aldea gala de Astérix se tratase, un territorio, uno, en medio de un mapa monocolor negro talibán resiste al nuevo poder fundamentalista. Es el valle de Panshir, corazón de la provincia homónima, situado a unos 150 kilómetros al norte de Kabul. Un lugar que se erige hoy en el centro de la nueva resistencia, aunque ningún experto o agencia de inteligencia se atreve –después del estrepitoso fracaso de las predicciones sobre el aguante del Ejército afgano al empuje de los talibanes– a vaticinar éxito alguno frente a los insurgentes fundamentalistas.
En un gesto más simbólico que realmente amenazante –por el momento– para los yihadistas, la bandera verde, blanca y negra de la Alianza del Norte, el Frente Islámico Unido por la Salvación de Afganistán –nacido en 1996 con el objetivo de derrocar al primer poder talibán–, ondea sobre las impresionantes montañas nevadas de este fértil valle. Panshir es el hogar de casi 150.000 personas y alberga la mayor concentración concentración de tayikos étnicos –fieros enemigos de los integristas– de Afganistán.
Varios hombres intentan estos momentos de forjar la resistencia en Panjshir. Sobre todo dos. Se trata del ex vicepresidente primero Amrullah Saleh –que se proclamaba en las redes sociales este martes, esgrimiendo la Constitución de 2004, «presidente en funciones» tras la huida de Ashraf Ghani, quien llegó al valle este domingo desde Kabul. Y de Ahmad Masud, vástago del mítico señor de la guerra Ahmad Shah Masud, apodado el «León de Cinco Leones» o el «León de Panshir». En una carta publicada en medios franceses este lunes, Massud hijo hacía un llamamiento al pueblo afgano, «de todas las tribus y todas las regiones», a la resistencia desde las montañas de Panshir. «Mis compañeros de armas y yo mismo vamos a dar nuestra sangre, junto a todos los afganos libres que rechazan la servidumbre y a los que llamo a unirse a nuestras filas en nuestro bastión de Panjshir», animaba el hijo del histórico líder de la Alianza del Norte.
Acompaña a Saleh y Masud en el cometido de organizar una fuerza militar contra los talibanes el ministro de Defensa del depuesto Gobierno afgano Bismillah Khan Mohammadi, según confirman medios locales. Lo cierto es que poco se sabe por el momento sobre la capacidad bélica y el número de seguidores de la incipiente resistencia. Lo que sí se conoce es que cuentan con el respeto y la simpatía de la parte de la sociedad afgana enemiga de los fundamentalistas, como han dado cuenta en las redes sociales.
Tampoco mucho se sabe del paradero de los más veteranos señores de la guerra, a pesar de que ciertos medios de la región insistan en las últimas horas en vincularlos a la resistencia en el valle. Por ahora se sitúa a Atta Mohammad Noor y Abdul Rashid Dostum, dos de los más destacados líderes antitalibanes, en el vecino Uzbekistán, adonde huyeron en la víspera de la toma de Kabul por parte de los fundamentalistas. Se habían rendido tras la caída el pasado sábado de Mazar-i-Sharif, cuarta ciudad de Afganistán, sin oponer resistencia y dejando atrás armas y vehículos militares.
Por su parte, según el medio afgano Tolo News, el veterano señor de la guerra Mohammad Ismail Khan se encuentra huido en Irán –ya lo hizo en 1995 escapando de los talibanes– este lunes tras su rendición a los integristas, quienes le facilitaron la salida desde su ciudad, Herat. Por ahora, nadie ha reconocido al ex vicepresidente Saleh como nuevo líder afgano aquí. El poder talibán se ha reforzado gracias a las incautaciones de armas a las fuerzas afganas, como Washington ha confirmado. También está por ver si los talibanes se aventuran a prolongar la guerra en el valle u optan por atraerse a la exigua resistencia a la nueva administración. «La gente está dispuesta a luchar», aseguraba con optimismo, en declaraciones a The New York Times, el embajador afgano en Tayikistán, tras haber conversado con Saleh y Massud. Todo está por escribir.
Noor y Dostum huyeron de forma misteriosa a Uzbekistán y Khan se fugó a Irán tras rendirse ante los talibanes en Herat