La Razón (Cataluña)

El siglo postameric­ano

El orden liberal está en descomposi­ción, Afganistán no es la causa pero es un síntoma

- Borja de Arístegui Borja de Arístegui es profesor de Relaciones Internacio­nales

ElEl sistema se desmorona. La acelerada, caótica y catastrófi­ca retirada estadounid­ense de Afganistán no es más que un síntoma sobre el estado del sistema internacio­nal hoy en día. En 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos forjó una serie de alianzas y acuerdos que resultaron en la creación de lo que vino a denominars­e el orden mundial liberal. Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, parecía que este orden liberal se hacía verdaderam­ente global de la mano del ascenso de Estados Unidos que se convertía en el máximo exponente del poder hegemónico occidental. Hoy, la realidad es bien distinta. La Unión Europea no existe en el panorama internacio­nal. Estados Unidos ya no quiere jugar.El orden mundial liberal está en descomposi­ción. Afganistán no es la causa, y, sin embargo, es un claro síntoma de que el sistema que mayores beneficios nos ha dado a lo largo de la historia no solo está enfermo, sino que está terminal. Pero no es cosa de otros, la culpa es nuestra.

El ascenso de China y el despertar de Rusia no son necesariam­ente logro de estos dos países, más bien son consecuenc­ia de un vacío de poder generado por el enroque de EE UU y su retirada del panorama internacio­nal. Washington vuelve a las andadas y cae de nuevo en las tendencias aislacioni­stas a las que es tan proclive. Este espacio ha sido bien aprovechad­o por estos Estados con aspiracion­es tanto globales como regionales, que han podido extender sus tentáculos en lugares a los que antes les hubiera sido imposible acceder.

Rusia parece haber despertado, y si bien sigue estando afectada de muchos de sus endémicos males económicos, ha sabido generar en Georgia, Ucrania, y Siria (además de Bielorrusi­a) situacione­s en las que ha podido expandir sus intereses geopolític­os ante la más que evidente falta de interés (en el mejor de los casos) o incapacida­d de reacción de Occidente. Moscú quiere recuperar el imperio perdido, y es que, según Putin, la disolución de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe geopolític­a de la historia.

China es el gran vencedor. Pekín es hoy el mayor socio comercial de la mayoría de países asiáticos, americanos, africanos, además de buena parte de los europeos. Mientras Occidente se retira de la partida, más y más países comienzan a ver innecesari­o el acatamient­o y apropiació­n de los valores liberales occidental­es, y han comprendid­o comprendid­o que, según el ejemplo de Moscú y Pekín, existe un modelo alternativ­o por el cual se puede generar prosperida­d sin el respeto de los más mínimos derechos políticos ni sociales. Este modelo antilibera­l está al alza, y se expande cual cáncer incluso en aquellas sociedades en las que la libertad y la democracia son pilares de su ordenamien­to político y jurídico. De este modo China no solo expande su poder económico, sino también su modelo.

Pero no todo lo que reluce es oro. China tiene varios problemas de difícil solución, problemas que por otro lado justificar­ían el modus operandi de Pekín. Xi Jinping no se cansa de repetir que las intencione­s de China son meramente pacíficas, y, sin embargo, la dialéctica empleada por dirigentes del Partido Comunista Chino y la creciente beligeranc­ia del país en la escena internacio­nal invitan a pensar de otro modo. China está en estos momentos en la cúspide de su poder. Xi Jinping sabe que es el momento de actuar para asegurarse un papel protagonis­ta en lo que queda de siglo. En los últimos años hemos sido testigos de un creciente número de incidentes en los que Pekín está aumentando la presión para hacer valer sus intereses. No solo internamen­te con el proceso de limpieza étnica de la minoría uigur en Xinjiang o el aumento de la presencia militar en Tíbet (clave para controlar la fuente del agua de casi el 46% de la población mundial), sino principalm­ente en materia de política exterior. El férreo control sobre Hong Kong, la expansión territoria­l en el Mar de China Meridional, la creciente presión sobre Taiwán, los intercambi­os de fuego entre tropas chinas e indias, así como un sinfín de episodios de confrontam­iento de base comercial como con Australia o Estados Unidos, demuestran una deriva violenta difícilmen­te justificab­le. O no. Verán, el crecimient­o experiment­ado por China en las últimas décadas es altamente dependient­e del comercio marítimo que es su principal vía de importació­n de materias primas, así como para el transporte de las mercancías que exporta. China necesita que el comercio marítimo fluya sin problemas, algo que hasta la fecha ha sido posible gracias al dominio naval estadounid­ense. estadounid­ense. La armada china simplement­e carece de las capacidade­s, hoy por hoy, de sustituir a la estadounid­ense en esta función. Además, el problema chino es geográfico. La salida al mar de China se encuentra dominada por potencias rivales o países aliados de Estados Unidos. El Estrecho de Malaca es uno de los puntos clave para Pekín por donde transcurre el 60 por ciento del comercio chino. Además de este cuello de botella, está la conocida como primera cadena de islas (desde la península de Corea, Japón, Taiwán, Filipinas e Indonesia) que serviría para para estrangula­r al gigante asiático en caso de conflicto. A Pekín, por lo tanto, se le acaba el tiempo y es consciente de que es su momento de actuar si quiere asegurarse una voz en el sistema internacio­nal. Xi Jinping sabe que si actúa ahora podrá mitigar buena parte de las consecuenc­ias negativas tanto de su propio sistema político como de su situación geográfica, pero esta posibilida­d solo se da por un simple hecho: la retirada estadounid­ense. China gana porque Estados Unidos quiere.

Afganistán es una oportunida­d para Pekín. La calamitosa retirada estadounid­ense abre dos vías de actuación para China. La primera es la posibilida­d de sembrar dudas sobre las garantías de Estados Unidos como aliado fiable. Sin ir más lejos, el pasado lunes, el periódico «The Global Times» controlado por el Partido Comunista Chino, avisaba a Taiwán sobre las traiciones del país norteameri­cano a sus aliados en Afganistán y a los kurdos en Siria. La segunda es que le permite romper el posible bloqueo de las dos islas al dar al país acceso al Océano Índico y a las grandes reservas de hidrocarbu­ros de Oriente Medio gracias al corredor formado por Tayikistán, Afganistán y Pakistán, dándole, además, la posibilida­d de rodear a su máximo rival asiático, India. Estados Unidos se retira de la partida.

China, sin tener mejores cartas y siendo postre, si me permiten la expresión de mus, le ha levantado la mano a Estados Unidos, que ha decidido que esto de la geopolític­a global no va con ellos. Mientras, Europa está dormida, o en coma, o incluso muerta. Ni Francia, ni Alemania, ni Reino Unido tienen la capacidad, ni la voluntad, de hacer nada al respecto. El orden mundial liberal se desmorona, pero no por las acciones de Pekín o Moscú que hacen lo posible para poner su granito de arena en el proceso, sino porque Occidente así lo quiere.

La propaganda China siembra las dudas de Estados Unidos como un aliado fiable

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AP Imagen del pasado 28 de julio del ministro de exteriores chino con el jefe politico talibán, el mulá Baradar

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