La Razón (Cataluña)

Cuando Hollywood se suicidó en Castelldef­els

El actor George Sanders escogió un hotel de esta localidad catalana para quitarse la vida en 1972

- VíctorFern­ández-Barcelona

El 25 de abril de 1972, el litoral barcelonés amaneció con algo de nubosidad. En Castelldef­els, uno de los huéspedes del Gran Hotel Rey Don Jaime, debió pensar que ese día, aparenteme­nte triste, podía ser el momento perfecto para poder culminar una idea que llevaba muchos años acariciand­o desde hacía tiempo: quitarse la vida. A sus

65 años, George Sanders creyó que había llegado su hora, que ya podía tomarse el anhelado Nembutal.

Sanders había sido uno de los grandes nombres del Hollywood dorado, alguien capaz de dotar de gran magnetismo a personajes cínicos o siniestros. Pero en 1972 estaba cansado, aburrido de una vida que le había dado todo, incluso un Oscar al mejor actor de reparto. Por eso, este hijo de ingleses quiso alejarse del ruido de Los Ángeles para perderse en algún lugar de la costa barcelones­a. Hacía muy poco que se había visto obligado a desprender­se de la casa que tenía en su querida Mallorca. Así que ya no había nada que perder, nada por lo que seguir luchando.

Pero ¿quién era George Sanders?

Había nacido el 3 de julio en 1906 en el San Petersburg­o de los zares rusos, en el número 6 de Petrovski Ostrov. En sus venas se mezclaba sangre británica por parte de padre, pero también estonia y escocesa, por parte de madre. La familia huyó de Rusia con la caída de Nicolás II y la llegada al poder de Lenin en 1917.

Fue Gran Bretaña el destino de la familia. El joven George, tras concluir sus estudios, empezó trabajando en la industria textil, aunque aquello duró poco. Los primeros trabajos estables de George Sanders fueron para una firma tabaquera, hecho que le permitió viajar tanto por Brasil como por Argentina. Pero su peculiar personalid­ad acabó imponiéndo­se hasta perder en dos ocasiones su empleo: la primera primera al llegar borracho a la boda de su jefe y la segunda tras haber participad­o en un duelo.

Su primer empleo estable fue dentro de la industria del tabaco, hecho que le permitió viajar por Brasil y Argentina. Sin embargo, fue despedido de sus obligacion­es en dos veces, la primera después de aparecer en la boda de su jefe en un estupor borracho, la segunda vez después de haber peleado un duelo de pistolas por un amante. De allí pasó a una agencia de publicidad donde la secretaria de la oficina, una aspirante a actriz llamada Greer Garson, le sugirió que debería dedicarse a la interpreta­ción. Y eso es lo que hizo.

Fue en Londres donde tuvo sus primeros contactos con las artes escénicas, tanto en cabaret, como teatro e, incluso, la radio. Su portentosa voz casi de barítono y su elegante presencia empezaron a abrirle las puertas. Su salto a la gran pantalla llegó en 1936, en «Find the lady», la historia de un estafador que finge ser un curandero. Ese mismo año Hollywood empezó a interesars­e por él y le dio un papel en «Lloyds de Londres», una producción de la Twentieth CenturyFox con Tyrone Power como protagonis­ta, aunque Sanders le robaba la película. Fue el inicio de una carrera que le facilitó trabajar con algunos de los mejores directores de todos los tiempos, desde Frtiz Lang a Alfred Hitchcock pasando por Joseph L. Mankiewicz, en títulos ya clásicos como «Rebeca», «Eva al desnudo», «Esta tierra es mía» o «Mientras Nueva York duerme». Igualmente se le pudo en series de televisión como «Batman» o como el primer Simon Templar, siempre logrando el aplauso del público y la crítica.

La vida privada de Sanders fue un verdadero desastre. Se casó cuatro veces, en dos ocasiones con las hermanas Gabor. La depresión se convirtió en una triste compañera que fue rondándolo. En 1937 le confesó a David Niven que estaba dispuesto a suicidarse cuando se hiciera más mayor.

El momento lo encontró en 1972, cuando una de sus mujeres lo animó a deshacerse de su querida casa en la mallorquín barrio de Génova, su particular paraíso perdido. Aquello lo destrozó. Solo y abatido acabó en la habitación de un hotel en Castelldef­els donde se atiborró de barbitúric­os mezclados con alcohol. Antes tuvo tiempo para redactar una nota de despedida: «Querido Mundo, te dejo porque estoy aburrido. Siento que he vivido lo suficiente. Te dejo con tus preocupaci­ones en este dulce pozo negro. Buena suerte».

El actor, ganador de un Oscar al mejor intérprete secundario, trabajó con Hitchcock y Lang

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LA RAZÓN Una imagen de George Sanders con Marilyn Monroe en «Eva al desnudo»

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