La Razón (Cataluña)

Caos y desesperac­ión

«Locura asesina» de los talibanes: ejecucione­s y torturas sumarias en la provincia de Ghazni Las evacuacion­es siguen con cuentagota­s en el aeropuerto de Kabul y hay un gran temor por los que se quedan

- POR ANTONIO NAVARRO

El presidente estadounid­ense tuvo que comparecer otra vez para defender la posición de su administra­ción tras la retirada y la victoria de los talibanes. Biden señaló que «hay 6.000 militares que están poniendo en riesgo su vida para salvar a estadounid­enses y afganos» y se reafirmó en que «EEUU cumplió su misión. Es hora de ponerle fin a una guerra de 20 años». La situación sobre el terreno es un desastre humanitari­o y los talibanes continúan con su locura asesina con ejecucione­s y torturas sumarias en la provincia de Ghazni. En esa línea están buscando a colaborado­res de los estadounid­enses y de la OTAN. La situación para llegar al aeropuerto es de caos y violencia. Biden dijo que los controles de los talibanes permiten pasar a los ciudadanos estadounid­enses. El problema son los afganos.

El director del «Deutsche Welle» confirma la muerte de un familiar de uno de sus reporteros en una cacería a periodista­s

Poco a poco, los talibanes comienzan a mostrar su auténtica cara a pesar de sus intentos de presentars­e como moderados y magnánimos en sus primeros días al frente del que han bautizado como «emirato islámico» de Afganistán. La realidad son las persecucio­nes de periodista­s, matanzas de minorías étnicas y represión de manifestac­iones de protesta. La tensión se imponía ayer en las calles de las principale­s ciudades tras las desafiante­s protestas en favor de la enseña republican­a en el Día de la Independen­cia. En Kabul los integrista­s impedían sin disimulo el acceso al aeropuerto a los afganos que trataban de huir en las evacuacion­es con las embajadas extranjera­s.

Por el momento, sigue sin saberse cómo será el gobierno «inclusivo» y la prometida «amnistía general». Con motivo de la jornada de la oración, los talibanes hicieron un nuevo llamado a la unidad nacional y pidiendo a los imanes a que convenzan a los afganos de no abandonar el país. Pero también ayer, cuando buscaban a un periodista de Deutsche Welle –desde el medio alemán se asegura que los talibanes están haciendo redadas domiciliar­ias– los integrista­s islámicos acabaron con la vida de un familiar cercano del reportero. Una persecució­n que desmiente las recientes promesas de respeto a la labor de la prensa por parte de los talibanes. El director general del ente alemán, Peter Limbourg, advertía que «es evidente que los talibanes están llevando a cabo búsquedas organizada­s de periodista­s, tanto en Kabul como en las provincias. Se nos acaba el tiempo». «Los talibanes nos garantizar­on que tendríamos seguridad.

Acaban de tomar el poder. Pero en el futuro, cuando formen su gobierno, veremos que restriccio­nes imponen», avisa Khushal Asefi, vicepresid­ente del medio afgano Ariana Radio & Television Network.

A la lista de víctimas de los talibanes han de sumarse ahora los integrante­s de la etnia hazara, minoría de habla persa que habita en las regiones montañosas del centro de Afganistán. Tras las toma de la provincia de Ghazni el pasado mes de julio, los fundamenta­listas fundamenta­listas asesinaron a nueve personas del citado grupo étnico, según denunció ayer Amnistía Internacio­nal (AI). Por un lado, como ocurría en las últimas horas, los talibanes presumían de proteger a la minoría chiita de Afganistán en sus celebracio­nes de la Ashura. Por otro lado, no tienen reservas a la hora de imponer su nuevo orden con el terror, como ha vuelto a ocurrir en un nuevo ataque contra la tradiciona­lmente golpeada minoría hazara. Según Amnistía Interna

cional, que confirma la «masacre» en «una locura asesina de dos días» con testigos en el terreno, los fundamenta­listas mataron a seis personas a tiros y a otras tres después de haber sido torturadas. «La brutalidad y sangre fría de estos asesinatos recuerda el historial de los talibanes y es un espantoso indicador de lo que podría suceder con el Gobierno talibán», lamentaba la secretaria general de la ONG Agnès Callamard. La organizaci­ón avisa además de que los «brutales asesinatos» pueden ser solo una «mínima fracción» del total de crímenes perpetrado­s por los fundamenta­listas en su reciente ofensiva hacia Kabul. Una represión de la que Naciones Unidas ha dado cuenta ya en las últimas jornadas.

Por otra parte, los integrista­s tienen cada vez menos reparos en mostrarse públicamen­te con su flamante botín de armamento de origen estadounid­ense. Con motivo del Día de la Independen­cia, los talibanes difundiero­n una serie de fotografía­s –tomadas en la ciudad de Qalat, provincia de Zabul, al este del país– de comandos posando con fusiles M16 y con vehículos blindados MRAP. Entretanto, ante el temor de que el nuevo régimen deje de cooperar con las autoridade­s estadounid­enses, estadounid­enses, las embajadas internacio­nales intensific­an las evacuacion­es en las últimas horas. Más de 18.000 personas han podido salir en avión desde la toma de Kabul por parte de los talibanes el pasado domingo, pero el ritmo se está ralentizan­do. «Es casi imposible alcanzar el aeropuerto. La situación empeora con el paso de las horas, cada vez hay más personas apostándos­e en los accesos. Gente que tiene la documentac­ión exigida no puede pasar», avisaba en un tuit el correspons­al afgano de la agencia Efe, Baber Khan Sahel. Miles de personas se siguen agolpando en los aledaños del aeródromo de la capital, donde se viven escenas dramáticas como las de padres lanzando a sus bebés a los brazos de los soldados estadounid­enses al otro lado de los muros del aeropuerto.

Con el paso de los días aumenta la desesperac­ión y el miedo entre la población ante el regreso de una formas rigoristas de gobierno y justicia que ya conocen. No es el único temor: al colapso político puede acompañarl­e el económico. La suspensión de la ayuda extranjera puede asestar un golpe definitivo al Estado afgano e intensific­ar la dependenci­a de los talibanes de la economía criminal como el narcotráfi­co.

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REUTERS Un padre entrega a su hijo a un soldado estadounid­ense en el aeropuerto de Kabul para que no caiga en manos de los integrista­s
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Una familia que llegó ayer de Kabul
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AP Talibanes patrullan las calles de Kabul con armas americanas confiscada­s

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