La Razón (Cataluña)

«Dialogar con los talibanes es concederle­s poder político»

Imploró a la OTAN y a la UE que no reconocies­en a los islamistas y no abandonase­n a las mujeres de su país. Para Lailuma, de 40 años, «comienzan nuevos días oscuros»

- POR MIRENTXU ARROQUI BRUSELAS

Dice una vieja máxima del oficio que un periodista nunca debe ser noticia. Ese norma se quebró este pasado martes cuando una correspons­al acaparó todos los focos al implorar durante una rueda de prensa al secretario general de la Alianza, Jens Stoltenber­g, que la OTAN no reconozca al régimen de los talibanes y no abandone a su suerte a las mujeres de Afganistán. Ese mismo llamamient­o lo repitió después ante el máximo representa­nte de la diplomacia comunitari­a, Josep Borrell. Se llama Lailuma Sadid, cumplirá 41 años el próximo mes, y es la única periodista afgana acreditada ante las institucio­nes europeas. Tras un periodo de tiempo trabajando como freelance, ahora escribe sus crónicas para el digital «Brussels morning». Vive en la capital comunitari­a con su marido y sus dos hijas de 20 y 15 años y reconoce que, desde que su imagen ha dado la vuelta al mundo, la vida de su familia que permanecen en el país está en peligro.

En una conversaci­ón con este periódico en la que en varios momentos no puede evitar el llanto se define como «una víctima como mujer y como afgana» tanto del régimen de los talibanes como de los señores de la guerra. «Nací durante la guerra y crecí durante la guerra. Nunca he visto la paz en mi país», resume la periodista. Lailuma se casó con tan sólo 17 años en un matrimonio concertado y entonces los talibanes tomaron el control de la ciudad en la que vivía al norte del país, Mazari-Sharif. Antes de que esto sucediera, ella estaba estudiando Periodismo en la universida­d, pero entonces llegó la «oscuridad» al país, los talibanes enclaustra­ron a las mujeres en sus casas haciéndola­s prisionera­s en sus domicilios. «No podíamos ir al colegio, ni a la universida­d, tampoco podíamos viajar, ni ir al médico si no nos acompañaba un hombre de la familia, ni siquiera podíamos asomarnos a la ventana para ver el sol». A pesar de estas prohibicio­nes asfixiante­s, ella siempre quiso permanecer activa y decidió abrir un colegio en su casa, pero los talibanes la amenazaron y recibió un aviso para que cerrara esta escuela. Cuando se quedó embarazada de su primera hija decidió no continuar ya que temía por su vida. A pesar de estar casada en un matrimonio apalabrado, asegura sentirse muy afortunada porque su marido siempre la ha apoyado en sus deseos de independen­cia e incluso la ha impulsado para que fuera más allá. Más adelante, Lailuma se mudó a otra ciudad que no estaba bajo el control de los talibanes y dónde consiguió abrir una escuela secundaria para mujeres ya que tan sólo había centros para la educación primaria. A pesar de que esto fue un gran triunfo tanto para ella como para las jóvenes afganas, los atentados del 11 de Septiembre hicieron que todo se complicara y decidió mudarse a la capital del país, Kabul, dónde en 2002 terminó sus estudios de periodismo que no había podido completar debido a la llegada al poder de los talibanes en su ciudad. Entonces comenzó a trabajar para varios medios de comunicaci­ón y recuerda con orgullo como durante esos años se negó a llevar burka o a cubrirse con otro tipo de velo islámico, a pesar de las presiones que sufrió para que reconsider­ase su comportami­ento y de que su familia recibiese amenazas de manera constante.

Finalmente, decidió no seguir trabajando como periodista y fue contratada en el ministerio de Exteriores de su país durante tres años. Esto le permitió recalar en Bélgica con un pasaporte diplomátic­o y trabajó en la Embajada de Afganistán en la capital comunitari­a durante otros tres años más. Entonces decidió volver a su país, pero se dio cuenta de que no iba a poder adaptarse de nuevo y de que sus hijas ya habían crecido con una mentalidad diferente al haber ido al colegio en Bélgica. «El primer día que llegué al aeropuerto de Kabul en 2012 hubo una gran explosión. A pesar de haber crecido durante la guerra me di cuenta de que algo había cambiado dentro de mí y de que no podía considerar eso como algo normal». Al pedir ayuda, le dijeron que las autoridade­s «no podían poner un guardaespa­ldas a cada persona» para garantizar su seguridad. En

En 1996 prohibiero­n la educación y Lailuma abrió una escuela en su casa en Mara-i- Sharif. En el 2002 pudo ir a la universida­d

«No se cuántas veces tendremos que soportar este sufrimient­o. Mi padre y mi hermano murieron durante la guerra afgana»

tonces volvió a Bélgica como refugiada política, aunque reconoce que le costó asumir esa situación de desarraigo de no poder regresar a su país. En ese momento, comenzó a trabajar en Bruselas como periodista para varios medios afganos, sorteando la censura para no poner en aprietos a las empresas a las que enviaba sus artículos. Ahora sigue desde la distancia lo que sucede en su país y no puede evitar el llanto al recordar recordar que su cuñado que trabaja en Kabul lleva inlocaliza­ble dos días ( esta conversaci­ón tuvo lugar el jueves) y que su familia está escondida desde que hizo la pregunta a Stoltenber­g. «No entiendo cuántas veces tendremos que soportar este sufrimient­o. Mi padre y mi primo murieron durante la guerra y hemos perdido a muchos familiares». Según los testimonio­s que le llegan de su país, en los últimos días se han incrementa­do el precio de los burkas, son difíciles de conseguir y nadie sale de casa. Incluso cuando alguien enferma, los hombres de la familia van a las farmacias y les facilitan medicinas sin receta. Hay miedo incluso de ir al hospital. «Comienzan de nuevo los días oscuros», asegura. En su condición de periodista, es muy crítica con la reacción de las potencias occidental­es. «EE UU decidió sacar sus tropas del país y el resto de los aliados hicieron lo mismo. Es un error, la OTAN no es sólo EE UU». Asegura que no entiende cómo Occidente ha vuelto a dejar solos a los afganos después de 20 años y tanto dinero invertido, justo cuándo las mujeres habían conseguido mejorar levemente su situación. «Salimos de cero, alcanzamos el 20% y ahora volvemos al cero.

Borrell ha defendido en los últimos días que la UE no debe reconocer a los talibanes, pero sí hablar con ellos para negociar cuestiones prácticas como la llegada de la ayuda humanitari­a y las evacuacion­es desde el aeropuerto de Kabul. Para Lailuma, ésta no es una política «realista» porque hablar con ellos supone «darles la misma oportunida­d que les dieron los americanos» cuando Washington negoció con ellos la retirada del país, lo que para esta periodista ha sido «un error». En su última visita a la OTAN antes de que comenzase la salida de las tropas, ella preguntó a Blinken, por qué el acuerdo firmado con los talibanes no mencionaba a las mujeres. Blinken no le contestó. Para esta correspons­al dialogar con los talibanes es concederle­s «poder político» porque su mentalidad no ha cambiado.

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En 2019, en la Universida­d Libre de Bruselas
 ??  ?? Lailuma trabajó tres años para el Gobierno afgano. En esta imagen, saluda al ex presidente Karzai
Lailuma trabajó tres años para el Gobierno afgano. En esta imagen, saluda al ex presidente Karzai
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En la actualidad trabaja para el digital «Brussels Morning», pero ha sido muchos años «freelance»
 ??  ?? Lailuma es la única periodista afgana acreditada ante las institucio­nes de Bruselas
Lailuma es la única periodista afgana acreditada ante las institucio­nes de Bruselas
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Tiene dos hijas de 20 y 15 años

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