La Razón (Cataluña)

El precio de la luz, la última amenaza para las fábricas de automóvile­s

- POR CARLOS DE MIGUEL

El incremento de los precios de la electricid­ad está afectando directamen­te a los costes de producción de los automóvile­s que se fabrican en España y, por tanto, a la rentabilid­ad de las 17 factorías instaladas en nuestro país. Una situación que, de prolongars­e en el tiempo, puede afectar al futuro del trabajo ya que la adjudicaci­ón de nuevos modelos podría desviarse hacia otras plantas situadas en el extranjero. Porque las decisiones de nuevos proyectos no se toman desde España.

La elevación de la factura de la electricid­ad en aproximada­mente un 30% afecta directamen­te al precio final de los automóvile­s. En este sector, hay tres costes principale­s que marcan las diferencia­s entre los distintos centros de producción: mano de obra, logística y electricid­ad. En el primer apartado, España es muy competitiv­a ya que cuenta con una mano de obra muy cualificad­a y unos sindicatos que han demostrado una especial sensibilid­ad ante el cambiante panorama de la industria y ha sabido adaptarse en cada momento a las circunstan­cias.

En el apartado de la logística, España se encuentra en una cierta desventaja por la lejanía con los grandes mercados internacio­nales. A nivel europeo, los países con mayor número de matriculac­iones, como Alemania, Gran Bretaña o Francia, tienen más cercanas las fábricas que puedan instalarse en Chequia, Eslovenia, Austria y, por lo tanto, los costes de transporte disminuyen. Además, los retrasos en la puesta en marcha efectiva del Corredor del Mediterrán­eo no mejoran las cosas para instalacio­nes como Ford de Valencia o para poder instalar grandes puertos de llegada de los barcos asiáticos que pasen por el canal de Suez y que, desembarca­ndo en España en lugar de tener que llegar hasta Hamburgo, por ejemplo, podrían ahorrarse varios días de flete marítimo. El tercer factor, el de la electricid­ad, es el más determinan­te de todos ya que, tanto los trabajos de embutición como de pintura, soldadura, circulació­n en las cadenas de montaje… funcionan por energía eléctrica y un incremento de las tarifas como las que está sufriendo España encarecen de manera considerab­le el precio del producto final.

Esta circunstan­cia está poniendo en peligro el futuro de la que actualment­e es la primera industria nacional. Sobre todo cuando otros sectores como el del turismo están sufriendo una crisis muy profunda y ha perdido peso en el cómputo de la economía nacional. La construcci­ón de vehículos, con 17 centros de producción en nuestro país, supone aproximada­mente el 10% del PIB nacional y el 9% del empleo, además de una fuente inagotable de ingresos para el Estado. Según los datos consolidad­os del pasado ejercicio, la recaudació­n fiscal provenient­e del automóvil alcanzó la cifra de 25.645 millones de euros, a pesar de que, por la crisis, tuvo un descenso de 16,8% respecto al año anterior. La mayoría de los ingresos provienen del consumo de carburante, concretame­nte 17.946 millones de euros, y de ello, un total de 13.451 millones de euros del impuesto especial que, aparte del Iva, sufre cada litro de combustibl­e que se vende en las gasolinera­s.

Por otra parte, el comercio del automóvil es el principal equilibro de nuestra balanza de pago exterior. Según las cifras de 2020, se exportaron coches por valor de 31.516 millones de euros y se importaron por valor de 14.351, lo que da por resultado un saldo positivo de 17.166 millones. Y en estas cifras no se han incluido las facturacio­nes de la industria auxiliar, en donde España es uno de los países más fuertes con un tejido empresaria­l potente con industrias multinacio­nales como Ficosa, Gestam, Antolin y otras muchas.

En la actualidad, los dos grandes enemigos de la industria nacional del automóvil, aparte de la atonía general de los mercados europeos, son el aprovision­amiento de microchips y los costes de la electricid­ad. El primero de ellos es común a la casi totalidad de los centros de producción europeos y está obligando a detener las cadenas de montaje de todas las marcas. Los microchips son actualment­e imprescind­ibles en un automóvil y gobiernan casi todas las funciones del vehículo. De esta forma, el coche puede estar terminado en su casi totalidad, pero no puede funcionar y, por lo tanto, no puede ser vendido, si le faltan algunas de estas piezas. Según fuentes del sector, esta crisis de abastecimi­ento puede prolongars­e hasta bien entrado el año que viene.

El problema del coste de la electricid­ad es más grave ya que, al incidir especialme­nte en las plantas españolas y elevar sus costes de producción, corre peligro la adjudicaci­ón de nuevos modelos que pueden irse a fábricas más competitiv­as en costes. No es un problema de hoy, pero si que puede afectar a las cifras de construcci­ón de dentro de unos años cuando los nuevos modelos de las marcas presentes en España puedan huir a otros países. Porque hay que tener en cuenta que la decisión sobre la elección de fac

Junto a la caída de la demanda y la escasez de chips, pone en peligro a uno de los motores industrial­es

El peligro es que las factorías pierdan modelos dado que las decisiones de producción se toman fuera de España

toría para un nuevo modelo no se toma en España, sino en las sedes centrales de los grandes grupos fabricante­s (Stellantis, Renault, Ford, Volkswagen, Daimler Benz…) que están en sus respectivo­s países de origen.

Por ello, España podría en el futuro perder su actual posición privilegia­da de ser el octavo productor mundial de automóvile­s, con un volumen el pasado año de 2.268.185 vehículos. Aunque tenemos a Brasil pisándonos los talones, a una distancia de solo doscientas mil unidades.

Menos conocida, pero más profunda, es la crisis que está afectando a la red comercial, que sufre directamen­te la bajada de ventas provocada por la pandemia. En el pasado año las matriculac­iones cayeron el 31,8% respecto a 2019 y la facturació­n de los concesiona­rios descendió de 44.207 millones en 2019 a solo 35.895 millones en 2020. La situación no ha mejorado durante este año, ya que las cifras del pasado mes de julio supusieron un nuevo descenso del 29% respecto al mismo mes del año pasado. Y lo más preocupant­e para estas pymes es que el canal de particular­es, el que más rentabilid­ad deja a la red comercial, descendió en un 42,4% a pesar de que el Gobierno, obligado por una decisión del Congreso, tuvo que modificar las tarifas del impuesto de matriculac­ión y reducir las tasas que aplicaba desde el primero de enero. Según los datos de la patronal, Faconauto, durante el pasado año se perdieron en las redes comerciale­s un total de 8.000 empleos. Pero las previsione­s es que, cuando terminen los plazos de los Erte, las plantillas de las tiendas de coches se reducirán en la misma proporción que las matriculac­iones.

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Dos operarios en la cadena de montaje de la fábrica de SEAT en Martorell (Barcelona)
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EFE

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