La Razón (Cataluña)

De mayor, como papá

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Dos de los mejores jugadores de la reciente Eurocopa, el italiano Chiesa y el portero danés Schmeichel, comenzaron sus carreras internacio­nales eclipsados por las gigantesca­s figuras de sus padres, pero el cancerbero Peter, leyenda del Manchester United, y el goleador Enrico, goleador en serie del Parma, ya han palidecido ante las hazañas de Kasper y Federico. Un español con mala baba, valga la redundanci­a, podría reponer los casos de Thiago Alcántara y Marcos Llorente, sí, dos de los peores jugadores de la reciente Eurocopa que también son astilla de palos que dieron que hablar en el fútbol de élite: Paco, que hizo un viaje inverso al de su retoño entre los clubes madrileños, y Mazinho, campeón del mundo en 1994 junto a Bebeto, cuyo hijo también es futbolista profesiona­l con menos fortuna que su ancestro.

Mattheus Oliveira, hoy en el modesto Curitiba tras militar sin pena ni gloria en equipos portuguese­s, pertenece a esa clase de «hijos de» englobable­s en el subconjunt­o «degeneraci­ón de la raza» que hoy alcanza su culmen con el rayista Luca. Oído el domingo en el SánchezPiz­juán: «Ya hay que jugar mal a la pelota para ser hijo de Zidane y que te pongan de portero en el barrio…». Hay más ejemplos sangrantes como ese Jordi Cruyff a quien el progenitor metió con calzador en su Dream Team o Edinho Cholbi, vástago de Pelé a quien su padre facilitó una carrera como guardameta del Santos sin que los anales registren ninguna parada memorable.

En América Latina, es frecuente que los futbolista­s pertenecie­ntes a una saga hereden incluso los apodos de sus mayores, como le sucedió a los Verón, pues la fantástica carrera en Italia de Juan Sebastián trascurrió con el mote de «Brujita» en recuerdo de Juan Ramón, su padre, emblema del mejor Estudiante­s de La Plata que era conocido como la «Bruja». El mexicano Javier «Chicharito» Hernández es hijo del «Chícharo», una treintena de veces internacio­nal con México, igual que Gonzalo «Pipita» Higuaín es el primogénit­o de Jorge el Pipa, trotamundo­s que pasó por Boca y River para terminar su carrera en el Brest.

Un caso curioso de herencia balompédic­a, en el sentido más estricto del término, lo protagoniz­aron Arnor y Eidur Gudjohnsen, padre e hijo y ambos delanteros islandeses con carreras en clubes de campanilla­s: Anderlecht o Girondins de Burdeos el sénior y Chelsea o Barcelona el júnior, entre otros muchos. El 24 de abril de 1996, el adolescent­e Eidur debutaba con la absoluta de Islandia en un amistoso y lo hacía sustituyen­do al veterano Arnor. Nunca

Hay algunos hijos de futbolista­s englobable­s en el subconjunt­o «degeneraci­ón de la raza»

había ocurrido, ni ha vuelto a pasar desde entonces, que dos generacion­es de la misma familia compartan el mismo encuentro internacio­nal.

La familia Corazzo/Forlán ostenta otro récord impresiona­nte: tres generacion­es campeones de un gran torneo internacio­nal. Juan Carlos, el abuelo, fue profesiona­l durante tres lustros pero su consagraci­ón llegó como selecciona­dor uruguayo, cuando conquistó el campeonato sudamerica­no en dos ocasiones. Para el segundo de sus títulos, el de 1967, contó con su yerno, Pablo el «Boniato», defensa de Peñarol que tuvo un hijo llamado Diego, goleador que ganó dos veces la Bota de Oro europea y fue campeón de América en 2011. En la misma línea, los Marcos Alonso –Imaz, Peña y Mendoza– conforman un trío de abuelo a nieto de internacio­nales españoles, dos de ellos campeones de Europa y el otro, finalista sin suerte contra el Steaua en 1986.

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