La Razón (Cataluña)

El que rompe, paga

- Antonio Martín Beaumont

En pocos días, el Gobierno regresará al tajo tras las extravagan­tes «vacaciones relax» de Pedro Sánchez. Y todo parece indicar que los dos socios que lo conforman volverán a las andadas, lanzándose su agenda y prioridade­s a la cabeza.

Podemos es persistent­e. Y su estrategia

desgaste de las institucio­nes, incluso en el parón de este agosto de «Lucifer», ha dejado claro lo que es prioritari­o en su orden del día, así que nada parece apuntar a que en septiembre las cosas vayan a ser diferentes. Es decir, los morados marcarán distancias a cada paso y pondrán en aprietos al ala socialista del Consejo de Ministros. Así está programado.

El amago de rebelión ciudadana en Cuba, el imposible precio de la luz, la devolución de los menores de Ceuta, el Rey y ahora Afganistán han evidenciad­o, otra vez, que Sánchez e Ione Belarra son agua y aceite, con una Yolanda Díaz que sigue

pareciendo una convidada de piedra en La Moncloa.

Parece claro que tras su desastre electoral en las elecciones madrileñas, confirmaci­ón de un declive sin freno, la nuede

va cúpula de Podemos ha trazado una estrategia que pasa por pelear de nuevo con los socialista­s por el caladero de la izquierda. Aun sin urnas en el horizonte, Belarra está ante el precipicio de ignorar la reacción de sus votantes sin Pablo Iglesias como cartel y con buena parte de la agenda morada bloqueada por Sánchez. Ni renta básica, ni banco público, ni ley del alquiler, ni subida del salario mínimo, ni derogación de la reforma laboral. Nada de eso logró Iglesias y parece menos probable que lo vaya a lograr la «vicepresid­enta Díaz».

En cualquier caso, Belarra y su equipo

Los morados marcarán distancias a cada paso y pondrán en aprietos al PSOE del Consejo de Ministros. Así está programado

son consciente­s de que las acciones de Podemos siguen cotizando a la baja. Como las del PSOE. Pero Sánchez cuenta con «armas» para intentar revertir su desgaste: el reparto de 140.000 millones de euros de Europa, la ansiada inmunidad de rebaño y el arsenal político que conforman el BOE, el CIS o RTVE junto al enorme aparato de propaganda gubernamen­tal.

Así que pese a «postureos» y riñas en Twitter y a la decisión de Podemos de seguir acosando a los ministros socialista­s más achicharra­dos, como ha podido comprobar estos últimos días Fernando Grande-Marlaska, nadie maneja la hipóde hipóde la ruptura.

En primer lugar porque, si Sánchez se queda solo y decide pulsar el «botón nuclear» de la convocator­ia de elecciones generales, Podemos no podría asumir el coste de aparecer ante el electorado de izquierdas como quien abrió la puerta de La Moncloa al centrodere­cha.

En segundo término, porque, como decía Giulio Andreotti, en el Gobierno hace frío, pero más lo hace en la oposición. Y nadie mejor que Ione Belarra y Yolanda Díaz saben la enorme agencia de colocación de dirigentes podemitas con nómina a cargo del dinero público que la presencia presencia en el Gobierno conlleva desde el «pacto del abrazo».

Y aún hay una tercera circunstan­cia presente en la estrategia de futuro del partido de los círculos: resolver la incógtesis nita de quién será finalmente el referente de la formación en los próximos años: si, como dejó diseñado Iglesias, es Díaz la que levanta su propio proyecto más «templado», o si es Belarra la que devuelve a las siglas a las esencias más populistas y antisistem­a.

Por eso habrá en las próximas semanas mucho ruido pero pocas nueces. Postureo para empujar de nuevo al Partido Socialista a la «casta y la vieja política». Pero, ya se sabe: el que rompe, paga. Y aunque ambos se fustiguen, ninguno querrá pagar la costosa factura de cerrar la puerta al salir.

Podemos no podría asumir el coste de aparecer ante el electorado de izquierdas como quien abrió La Moncloa al centrodere­cha

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