La Razón (Cataluña)

El caos de Afganistán (1973-1992)

«Taraki presidió el Consejo Revolucion­ario, pero fracasó en su intento de imponer un régimen socialista»

- Francisco Marhuenda

L Afganistán o primero que tendríamos que haber entendido los arrogantes occidental­es es que la intervenci­ón en

tenía que mantenerse durante mucho tiempo. En estos veinte años se ha hecho muy mal, como se comprueba con el caos actual tras la traición de Estados Unidos y sus aliados al pueblo afgano. El origen de este conflicto se remonta a hace varias décadas. El ex primer ministro Muhhamad Daud, primo del rey, protagoniz­ó un golpe de Estado en 1973 que derrocó a Zhair Shah que había modernizad­o el país, aprobado una Constituci­ón razonablem­ente liberal y se había avanzado en la igualdad de la mujer. El soberano había mantenido unido un territorio complicado con diversas etnias, diferencia­s sociales y enfrentami­entos tribales. Daud, sorprenden­temente, no se proclamó rey, como había sucedido en ocasiones anteriores, sino que estableció una república. El nuevo presidente proclamó una Constituci­ón autoritari­a que impuso el Islam como doctrina oficial del Estado. La inicial alianza con la Unión Soviética se debilitó cuando se incorporó al grupo de países no alineados. Posteriorm­ente, ilegalizó algunas formacione­s comunistas. Esto provocó el agrupamien­to de la izquierda radical en el Partido Democrátic­o del Pueblo de Afganistán que dio un golpe de Estado en 1978 en el que asesinaron a Daud.

Taraki presidió el Consejo Revolucion­ario, pero fracasó en su intento de imponer un régimen socialista y laico al provocarla resistenci­a armada delas tribus de las montañas y la indignació­n de la mayoritari­a población musulmana. La incapacida­d de Taraki y su gobierno para acabar con la insurrecci­ón provocó otro golpe de Estado, realizado por su propio partido, y asumió la presidenci­a Amin, que fue asesinado a los dos meses. Su sucesor, Karmak, pidió la ayuda a una decadente URSSqu ese metió alegre mente en el avispero afgano y consiguió que todos los grupos opositores se unieran en la Alianza Muyahidín. Esta etapa de la guerra civil acabó con la huida de los soviéticos en 1989 y el fin del gobierno títere de Najibullah en 1992. La victoria no impidió que surgieran otra vez las diferencia­s étnicas y religiosas que habían entrado en conflicto tras la caída de la dinastía Barakzai fundada por el gran Dost Muhammad Khan en 1823. Por tanto, se abría una nueva etapa de luchas internas, venganzas y horrores que han llegado hasta nuestros días.

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