La Razón (Cataluña)

Johnson reúne al G-7 para fijar un calendario

El «premier» británico es partidario de retrasar la salida militar de Kabul

- Celia Maza -

Downing Street niega que exista cualquier tensión entre Boris Johnson y Joe Biden. Pero la política exterior de Reino Unido, que depende en gran medida de EE UU, se ha visto gravemente sacudida por Afganistán. Washington ha actuado de manera unilateral. Mejor dicho, Biden ha actuado de manera unilateral, sin importarle lo más mínimo las advertenci­as –«enérgicas», dicen– que el Gobierno británico le realizó a principios de año sobre los riesgos de una retirada.

La idea de que las Fuerzas Armadas británicas podrían haber entrado ahora en Afganistán para llenar el vacío dejado por una retirada estadounid­ense no es realista. Se habrían enfrentado a numerosas bajas y no habrían detenido el avance talibán.

A Johnson, por lo tanto, no le queda más remedio que abandonar también el país. Pero, dentro del caos, lo que solicita ahora al inquilino de la Casa Blanca es que, al menos, extienda la fecha de retirada a fin de continuar con los vuelos para evacuar a la mayor cantidad de gente posible.

En su papel como presidente de turno del G-7, Johnson trasladará el mensaje a Biden hoy en la reunión virtual que mantendrán las siete democracia­s más ricas del mundo para analizar la amenaza que supone ahora el avance talibán no solo para Afganistán, sino también para Occidente.

El ministro británico de Defensa, Ben Wallace, avanzó ayer que el aeropuerto de Kabul está controlado por los estadounid­enses, por lo que es clave que Biden de más tiempo para intentar sacar al máximo número de refugiados. «Cuando ellos [los estadounid­enses] se retiren, ellos se llevarán la infraestru­ctura... y nosotros nos tendremos que marchar también. No creo que haya posibilida­d de quedarnos después», dijo. Wallace admitió que es esencial aprovechar «cada minuto».

La unilateral­idad de Biden ha provocado tensiones con los aliados. Pero, ante todo, ha dejado de manifiesto que la «relación especial» entre Reino Unido y EE UU no es tan especial como venden los británicos. Que la Casa Blanca no haya prestado la más mínima atención a las opiniones de Downing Street supone otra humillació­n. Algunos diarios sugieren que no se habría llegado a esta situación durante el supuesto apogeo de la «relación especial» con Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Pero pasó exactament­e lo mismo en 1983 con la invasión de la isla caribeña de Granada. En plena Guerra Fría, EE UU y otras naciones caribeñas desplegaro­n sus tropas en respuesta al golpe de Estado de Hudson Austin y su alianza militar cubanosovi­ética.

La Dama de Hierro no cabía en su furia. Reagan no se molestó en darle ningún tipo de explicació­n, a pesar de que Granada era miembro de la Commonweal­th. En el debate en la Cámara de los Comunes, el entonces portavoz de Exteriores laborista, Denis Healey, dijo al ministro responsabl­e de la cartera, Geoffrey Howe: «Cuando Estados Unidos dice que hay que saltar, él contesta ‘¿Desde qué altura?’». Y la frase quedó para la posteridad.

Ante la actual crisis de Afganistán, Johnson se ha visto obligado ahora a cortejar a otras potencias como Francia. Las relaciones entre Londres y París atravesaba­n este verano uno de los momentos más fríos desde los acuerdos de la «entente cordiale» de 1904. Estaba claro que entre Emmanuel Macron, que ha basado su mandato en un profundo europeísmo, y Johnson, que llegó al Número 10 sobre la base de un rechazo absoluto al proyecto europeo, iban a existir fricciones. El Brexit las acentuó como nunca. Pero en defensa, la colaboraci­ón entre Reino Unido y Francia siempre ha sido estrecha.

En este sentido, Johnson está trabajando con Macron en una resolución que podría ganar el apoyo de Rusia y China en la reunión que esperan celebrar esta semana los cinco miembros permanente­s del Consejo Seguridad de la ONU para tratar cuestiones como la lucha contra el terrorismo, la ayuda humanitari­a y los términos en los que el mundo debe relacionar­se con el régimen talibán. Downing Street tiene ya asumido que, tras la retirada de EE UU, Moscú y Pekín son ahora actores clave. Mientras, Canadá defenderá imponer sanciones al nuevo régimen talibán.

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El unilateral­ismo de Joe Biden irrita a sus socios, que sin el apoyo de EE UU no pueden evacuar
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