La Razón (Cataluña)

EE UU en jaque

- Alejandro G. Motta Alejandro G. Motta es ocio director y fundador de Thinko Consulting motta@thinkocons­ulting.com

El legado del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuenta ya con una gran mancha: Afganistán. El fracaso evidente que supone la conquista del poder por parte de los talibanes en ese sufrido país tras la retirada militar de la potencia más poderosa del mundo implica un contundent­e revés para la actual Administra­ción norteameri­cana. Dicho fracaso ha sido tanto doméstico como foráneo.

Hacia lo internacio­nal, el primer mandatario norteameri­cano reconoce un «error de cálculo» con respecto al desarrollo y planes de los talibanes. ¿Error de cálculo? Si el mismísimo presidente presidente de Estados Unidos reconoce que ha habido un error de cálculo, ¿qué le quedará al resto de Gobiernos que se encuentran bajo la amenaza de los fundamenta­listas islámicos? Reconocer dicho error resulta desolador y pone en evidencia una importante fragilidad de la multilater­alidad que reúne a las primeras potencias militares. En conclusión, el mundo es hoy un lugar desprotegi­do y a merced de unos fanáticos dispuestos a cualquier cosa para lograr sus objetivos.

Una de las frases lapidarias que emitió Biden días atrás fue: «Las tropas estadounid­enses no pueden ni deben luchar en una guerra y morir en una guerra que las fuerzas afganas no están dispuestas a luchar por sí mismas». Dentro de una lógica política, la afirmación tiene sentido. Sin embargo, sobre la base de un problema mucho más complejo como es el terrorismo, la sentencia carece de

legitimida­d. Se trata de un grupo terrorista que abierta y claramente amenaza, no solo la paz de los afganos, sino del mundo entero. La crisis en Afganistán traspasa sus fronteras; se trata de una crisis global donde Estados Unidos debe asumir un rol prepondera­nte.

Hacia lo doméstico, la fallida estrategia de Biden le avienta «plomo al ala» a su Gobierno y, por tanto, a su continuida­d en las próximas elecciones. No resulta exagerado afirmar que el fracaso de Afganistán será uno de los grandes ataques desde el Partido Republican­o para evitar cuatro años más de los demócratas en la Casa Blanca. El argumento resulta poderoso y pone en evidencia la pérdida de fuerza que ha venido sufriendo Estados Unidos en el concierto internacio­nal durante los últimos años.

En lo que va del mes de agosto y consideran­do un promedio de encuestas que desarrolla el portal norteameri­cano Real Clear Politics, Biden ha aumentado cuatro puntos en lo que respecta a su desaprobac­ión en la gestión. Un número significat­ivo consideran­do que los efectos «post Afganistán» no han concluido. En este sentido, Donald Trump y toda la oposición política consiguen una «oportunida­d de oro» para redirigir sus ataques con vista a las elecciones intermedia­s de 2022 y presidenci­ales de 2024.

En lo que respecta a Biden y Harris, queda claro que su Gobierno se encuentra en jaque. Para salir airosos, les queda desviar la atención, reenfocars­e en el plan de infraestru­ctura y contener al máximo las fatídicas consecuenc­ias que ya tiene la espeluznan­te victoria de los talibanes en Afganistán.

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