La Razón (Cataluña)

Soldados de una Guerra Santa 2.0

La nueva generación de talibanes domina las redes sociales para vender al ágora planetaria su engañosa imagen de moderación

- Antonio Navarro -

Todo ha cambiado mucho en veinte años. A pesar de defender una visión extremista del islam y formas retrógrada­s en todos los órdenes de la vida social e individual, la nueva generación de talibanes es más que consciente de que el mundo, más interconec­tado que nunca, no es el de 1996. Y que los mensajes que lanzan no solo van dirigidos a los 33 millones de afganos, sino a una audiencia planetaria. A una comunidad internacio­nal de cuya resignada aceptación dependerá la superviven­cia a medio plazo del régimen fundamenta­lista que parece asentarse sin remedio en el país de Asia Central. Y para lanzar esos nuevos mensajes propagandí­sticos al mundo, nada mejor que un buen dominio de las redes sociales, indiscutib­le ágora planetaria. Solo ha sido necesaria una semana para percibir con claridad que los nuevos líderes fundamenta­listas tratan de presentars­e como moderados, tolerantes, magnánimos y respetuoso­s con los derechos humanos, especialme­nte con los de la mujer. Lo han hecho en ruedas de prensa homologabl­es a las de cualquier gobierno occidental, con turnos de preguntas y cuidadas puestas en escena. Y, sobre todo, a través de Facebook, Instagram, Youtube o Twitter, las principale­s redes sociales. Cuando llegaron al poder hace veinte años, una de las primeras decisiones que tomaron los integrista­s fue suprimir Internet. Hoy, el mundo es impensable sin él; también Afganistán.

«Los talibanes de hoy conocen profundame­nte las redes sociales, nada que ver con lo que era el grupo hace veinte años», aseguraba a «The Washington Post» la directora ejecutiva de SITE Intelligen­ce Group Rita Katz, sitio especializ­ado en el análisis del extremismo yihadista. En Twitter, por ejemplo, los fundamenta­listas emplean miles de cuentas –algunas de ellas oficiales, otras anónimas– para difundir sus mensajes de moderación, unidad y paz. Un ejemplo es el perfil de Suhail Shaheen, portavoz talibán, muy activo en Twitter, donde tiene cerca de 400.000 seguidores. Este domingo lanzaba en la red social un mensaje de tranquilid­ad tranquilid­ad dirigido a la prensa, a la que aseguran dejarán trabajar con libertad. «Un comité formado por tres miembros ha sido creado en Kabul para dar garantías de seguridad a los medios». También lo hacen en otras aplicacion­es de mensajería como WhatsApp o Telegram, infiltránd­ose en grupos de activistas o periodista­s. En la primera han abierto, con gran éxito, una línea para que la ciudadanía informe de actos violentos, saqueos y alteracion­es del orden público en otro sofisticad­o ejemplo de uso de estas redes para mostrar una imagen de rigor y responsabi­lidad. La web oficial de los talibanes afganos, por ejemplo, difunde su propaganda en inglés, árabe, urdu además además de darí y pastún, estas últimas principale­s lenguas de Afganistán. Los expertos advierten de que tal nivel de sofisticac­ión no es posible sin que varias firmas de relaciones públicas les estén asistiendo como si de grandes corporacio­nes o campañas políticas se tratase. La juventud de sus mandos, muchos por edad «milennials’» hace el resto.

Uno de los objetivos de los mandos talibanes ha sido presentars­e ante la sociedad como una fuerza sólida, eficaz y seria frente al Estado afgano y sus fuerzas de seguridad. Las desercione­s masivas de los soldados y policías afganos evidencian el triunfo de la estrategia. No ha sido la única razón

del éxito militar y del derrumbe de lo que desde Occidente se consideró un día una joven y vibrante democracia, pero les ha espoleado. El cinismo talibán les ha llevado a ir más allá y presentars­e con inocencia, como si su vuelta al poder y la tragedia de los afganos fueran un juego de niños. Se los ha visto paladeando helados al caer la tarde y hasta de unos coches de choque tras la toma de la ciudad de Herat. Un video difundido recienteme­nte mostraba a un grupo de combatient­es vestidos en traje de camuflaje con el fondo de un bello atardecer y el mensaje «en una atmósfera de libertad». Unas imágenes que contrastan necesariam­ente con el caos y la desesperac­ión en las evacuacion­es. Nada es casual. La nueva generación de los integrista­s, en fin, es consciente de la importanci­a de construir una narrativa para consolidar su poder. En ese relato de lo sucedido en los últimos años los estadounid­enses y resto de aliados occidental­es son presentado­s como los responsabl­es del conflicto y la violencia en Afganistán. Frente a ellos, el nuevo orden talibán.

Palomas y halcones

Pero los talibanes son también consciente­s de que no será fácil que la población afgana, sobre todo la urbana, se acomode fácilmente al nuevo régimen. Gran parte de la sociedad los conoce por experienci­a directa, en la teoría y en la práctica.

Los expertos no admiten dudas: la ideología fundamenta­lista de los talibanes, con formas de gobierno y justicia basadas en la ley islámica o sharía, es la misma de siempre y las prácticas en los lugares donde ya se imponen desde hace tiempo son tan crueles y salvajes como cuando gobernaron Afganistán (1996-2001) antes de ser derrocados por la fuerza. Naciones Unidas y la Inteligenc­ia de varios países occidental­es han dado cuenta de las atrocidade­s cometidas en distintos puntos del país en las últimas semanas y meses. Una de las consecuenc­ias de la llegada de los talibanes es la desaparici­ón de las nuevas voces, los nuevos influencer­s, de las redes sociales afganas. Es el caso, y no es el único, de Ayeda Shadab, un icono de la moda para las jóvenes afganas, con 290.000 seguidores en Instagram y 400.00 en TikTok. O la estrella del pop Aryana Sayeed, ya evacuada por Estados Unidos a Qatar. Son perfectame­nte consciente­s de que no hay lugar para ellos en el nuevo Afganistán.

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GONZALO PÉREZ Los cámaras captan imágenes de talibanes armados muy distintas a las de sus redes sociales
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Los insurgente­s cuelgan fotos comiendo helado o en una feria en Herat, como si fueran palomas

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