«TRAEREMOS A LOS QUE PODAMOS DURANTE EL TIEMPO QUE PODAMOS»
LaLa ministra de Defensa puede sentirse satisfecha del sacrificio, el compromiso y el coraje con que los militares que tiene bajo sus órdenes se están desenvolviendo en un territorio hostil y extremadamente inestable y peligroso como Afganistán.
Los españoles, al menos los bien nacidos, sentimos un sano orgullo de los soldados que participan en una crítica misión de rescate para salvar vidas ante una muerte segura. Es un sentimiento de afecto y admiración hacia los miembros de las Fuerzas Armadas que ya compartíamos por su ejemplar desempeño en toda clase de zona de conflicto, también en la guerra afgana, como baluartes de la seguridady la libertad de los españoles. Su sacrificio ha sido un río de honor y dolor, también de esa muerte que no es el final. Vemos en sus rostros, aquellos a los que tenemos acceso, el testimonio de una causa justa y de la determinación para cumplir con el deber hacia el país y hacia aquellos que un día decidieron compartir bando frente al fanatismo que hoy se ha adueñado de nuevo de sus tierras. Hay otras caras que pugnan en la sombra por que la derrota conlleve al menos el menor número de tragedias personales y familiares. Hace bien Margarita Robles en no caer en circunloquios absurdos o evasivas estériles sobre lo que aguarda en las fechas inmediatas. «Traeremos a los que podamos durante el tiempo que podamos». Ha precisado, no obstante, que es algo que no depende de ellos, sino de la situación en el terreno y en particular del plazo fijado por Estados Unidos para la salida de sus tropas. Una vez constatado que Occidente dejará a millones atrás, la meta debiera ser ahora no atenuar el fracaso con responsabilidades políticas clarísimas, sino poner a salvo a cuantos sea posible sin escatimar esfuerzos ni medios ni tiempo. Es un hecho que nuestros militares y el resto de funcionarios españoles afectados por la misión lo hacen y lo harán hasta el final, hasta que la orden sea abandonar aquellas maltratadas tierras para siempre. Quienes estuvieron allí no olvidarán. En sus despachos los políticos idearán nuevos pretextos y oportunidades para repetir errores que se escribirán con sangre.