La Razón (Cataluña)

« EN ALGUNA OCASIÓN ME HE SENTIDO UN HOMBRE FLORERO»

- POR ÁNGEL NIETO LORASQUE FOTOGRAFÍA DE GONZÁLO PÉREZ

Nos encontramo­s con Octavi Pujades de camino al gimnasio. Es una de sus grandes aficiones, la cual roza, en ocasiones, la «esclavitud», confiesa. Divertido, con una sonrisa siempre en la cara y dispuesto a hablar de todo (sexo incluido), el actor remata estos días su papel en «Oh, mami!» donde ejerce de masajista cuyas manos quitan algo más que la contractur­as, en una oda teatral a la liberación de la sexualidad femenina. Si quieren verlo en acción, les espera a partir de septiembre en el Teatro Amaya

P ¿Considera que todavía existen muchos tabús en el sexo femenino?

R Creo que sí. El goce sexual de la mujer siempre has sido algo que ha dado mucha vergüenza exhibirlo. Es un gran desconocid­o, por eso abordamos en la obra el tema con un toque de humor.

P O sea que los hombres hablan más desinhibid­os del tema..., pero quizá, también mienten de manera más frecuente, ¿no?

R En el sexo todos tenemos mucho que aprender, la educación sexual ha brillado por su ausencia en nuestra educación. Hemos aprendido casi todos por ensayo -error. Es bueno hablarlo para desmitific­arlo. Entre amigos de verdad no nos mentimos sobre el sexo, quizá con desconocid­os se fanfarrone­a y se exagera todo más.

P ¿El hombre metrosexua­l está en retirada? R Por suerte, desde hace tiempo estamos en un punto de ruptura respecto a patrones pasados. Yo me cuido por estética y salud, pero es cierto que cada vez hay más variedad.

P ¿O sea que se incluye en esta tipología?

R Hay muchas formas de ser bello, no hay que tener las abdominale­s marcadas ni prótesis de silicona.

P ¿No le parece delirante sumarse a la tortura de la depilación?

R El depilarse o no son problemas del primer mundo, algo de lo que te preocupas cuanto tienes cubiertas las necesidade­s principale­s. El gustar a los demás lo tenemos grabado a fuego en nuestros genes y, además, el mundo audiovisua­l nos ha marcado cómo debemos ser para gustar.

P ¿Es esclavo del gimnasio?

R Voy mucho. En cierto sentido, sí. Necesito la actividad física porque me ayuda a resetear la mente. Cuando no hago deporte me siento mal, me puede el estrés. Para mí, el gimnasio es estética, pero también terapia.

P ¿Ha ligado entre pesa y pesa?

R Yo voy a mi bola en el «gym». Es curioso, las mujeres suelen ir a entrenar mientras que algunos hombres se lo toman más como club social. P ¿Enseñar carne da audiencia?

R Siempre es un aliciente. Tanto en la tele como en el teatro hay un componente estético, artístico. Pero no debemos olvidar que es una industria y busca sacar rentabilid­ad al negocio. Si no se hace dinero esto no saldría.

P En el cartel de «Oh, mami!» usted es el único que sale sin camiseta...

R Bueno, es un desnudo justificad­o. Realmente a mi me da bastante pereza quitarme la ropa. Me da corte aunque luego lo haga.

P ¿Qué esconde tanto músculo?

R Insegurida­d. Cuanto más entrenas, y más capas te quitas, más fallos te ves.

P ¿En alguna ocasión se ha sentido hombre florero?

R En algún trabajo sí. Quizá era un personaje que estaba enfocado a un aspecto muy físico y me han elegido por ello, pero de todas formas me lo han propuesto y yo he aceptado sabiendo lo que había. Soy adulto y decido si lo apruebo o no. De todas formas, nada de lo que he hecho ha sido denigrante. Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar.

P Este último años hemos conocido también su cara más familiar y tierna a través de los vídeos que ha subido con su padre a las redes sociales, a quien ha cuidado durante la pandemia. ¿Tienen futuro como dúo cómico?

R La verdad que a mí me ha servido para conectar mucho más con mi padre. Ha habido mucho cariño y la gente que nos veía me ha dado mucha fuerza en los momentos más difíciles.

P ¿Quién tiene más chispa, su padre o usted? R Mi padre es muy carismátic­o y a mí se me da mejor hacer el guión, aunque parezca un contrasent­ido al ser yo actor.

P Tiene dos hijos de 15 y 17 años, ¿con ellos interpreta el papel del «malo de la película»?

R La adolescenc­ia se gestiona como se puede. Intento no ser un padre chapado a la antigua, pero sí estricto. Eso sí, no pongo normas decimonóni­cas,.

P Además de actor es médico, imagino que la pandemia la habría vivido de manera muy diferente si estuviera en activo... R De menuda me he librado... (bromea) Es un trabajo que lamentable­mente está muy castigado. Son los que nos han salvado y da tristeza ver lo mal que se les paga. Me llevan los demonios.

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