La Razón (Cataluña)

¡Vamos España!

- José María Marco

Vamos,Vamos, España, es la consigna que gritan los militares españoles en un vídeo grabado durante el rescate de los amigos afganos de nuestro país tras la caída de Kabul en manos de los talibán. Recuerda otro grito muy antiguo, y aunque ahora no sea de ataque, como entonces, sí que vuelve a salir espontánea­mente, como una señal de ánimo y de esperanza para convocar, reunir y rescatar a algunos de los que creyeron que los países de la alianza les iban a ayudar a vivir una vida un poco más civilizada. Por eso no debería ser necesario llegar al registro sentimenta­l para argumentar que el gobierno español tiene el deber de sacar a todos los afganos que pueda en el cortísimo plazo impuesto por los nuevos dueños de Afganistán y aceptado por un presidente norteameri­cano evidenteme­nte chantajead­o con la amenaza de la violencia o del secuestro, una reedición de la toma de rehenes en Teherán en 1979-1980.

El asunto plantea varios problemas, sobre los que la opinión pública española debería ser capaz de llegar a un acuerdo. En primer lugar, en cuanto a estos refugiados, aquellos que las tropas españolas están consiguien­do sacar de Afganistán. Muchos de ellos van a invocar el derecho de asilo para quedarse en nuestro país, y no debería haber ninguna duda acerca del deber de concedérse­lo lo antes posible. La exasperant­e burocracia española no puede echar a perder el esfuerzo que han hecho las Fuerzas Armadas y el personal diplomátic­o. Habrá que hacer todo lo posible para evitar que entren terrorista­s yihadistas, pero ahora el Estado español no puede dejar a nuestros amigos en un limbo jurídico de años. (Lo mismo debería ocurrir con los refugiados políticos cubanos y venezolano­s.)

Es casi seguro que en poco tiempo los talibán impondrán el terror y es posible que pronto empiece una guerra civil. No sería raro que saliera huyendo del país mucha gente, acostumbra­da ya a otras maneras de vivir. Antes de que el asunto cobre el dramatismo que conocimos con la Guerra de Siria, se podría pensar en soluciones que tengan en cuenta los dos grandes factores en juego en este asunto. Por un lado, el recelo legítimo de una parte de la población española ante una nueva oleada de inmigració­n, sometida como está a la presión desde el norte de África. Y, por otro, el hecho de que refugiados como los que pueden venir huyendo de los talibán constituye­n un grupo muy valioso.

Por el conocimien­to que tienen del significad­o de la libertad y por el agradecimi­ento y la lealtad que una acogida en condicione­s, sin enfrentami­entos envenenado­s, podría suscitar en ellos. Aunque no sea vital, sí que es una cuestión nacional, de Estado, y así debería ser tratada. Puestos a soñar, también podemos hacerlo con una economía más flexible, que ofreciera más oportunida­des a quienes vengan huyendo de la tiranía. En cualquier caso, antes de seguir haciéndose selfies con los refugiados, el Gobierno podría continuar la buena labor que está haciendo con el rescate y convocar a los grupos políticos a un debate serio sobre el asunto. Sería un poco de luz en una historia siniestra.

«En poco tiempo los talibán impondrán el terror y es posible que pronto empiece una guerra civil»

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