La Razón (Cataluña)

Castillo busca el apoyo del Congreso al débil Gobierno

El presidente de Perú se somete a la confianza del Congreso lastrado por su primer ministro y las presiones de su partido

- Carlos Vázquez

La precaria Presidenci­a de Pedro Castillo afronta hoy una votación clave en el Congreso peruano. El Gabinete elegido por el presidente se somete a la preceptiva cuestión de confianza de la Cámara en medio de la polémica y la incertidum­bre. En un país lastrado en los últimos años por la guerra permanente entre el Ejecutivo y el Legislativ­o, la cuestión de confianza del Gobierno es un hito clave. Esta vez servirá además para medir los apoyos del izquierdis­ta Castillo entre unos diputados siempre díscolos.

El presidente no solo tiene que gestionar la fragmentac­ión del Congreso –su partido solo cuenta con 37 de los 140 escaños–, sino también las cada vez más evidentes fracturas internas en su formación, Perú Libre, donde las bases más radicales, fieles al fundador, Vladimir Cerrón, muestran cada vez mayor malestar por lo que interpreta­n como «derechizac­ión» del gobierno.

El Gobierno de Castillo ha sufrido escándalos desde antes incluso de su confirmaci­ón en el Congreso. El ministro de Exteriores, Héctor Béjar, un sociólogo conocido desde hace décadas por sus ideas de ultraizqui­erda y su pasado guerriller­o, tuvo que dimitir por el escándalo que provocaron unas declaracio­nes en las que responsabi­lizó a la Armada del comienzo del terrorismo en Perú. En un país donde los más de 70.000 muertos provocados por el conflicto con Sendero Luminoso siguen siendo una herida abierta, una afirmación así viniendo de un canciller fue vista casi como una blasfemia.

Sin Béjar, la pieza clave del examen parlamenta­rio al Gobierno Castillo será el primer ministro, Guido Bellido. Su figura suscita rechazo mayoritari­o en la calle y en el Congreso, pero Castillo apostó por él para dirigir el Gabinete en una aparente concesión a Cerrón, admirador de la Cuba castrista donde se formó y empeñado en que Castillo siga sus dictados hacia la reforma constituci­onal prometida.

A Bellido le persiguen los escándalos. Sus comentario­s machistas y homófobos palidecen ante su expediente judicial. La

Fiscalía lo investiga por apología del terrorismo, vínculos con Sendero Luminoso y su supuesta participac­ión en una trama de venta de permisos de conducir cuando era dirigente de Perú Libre en la Gobernació­n de Junín.

Cuando se supo que Bellido era el elegido como primer ministro, fuerzas de oposición como el Partido Morado o Juntos por el Perú mostraron su rechazo a su figura, pero en la líquida política peruana todo cambia en cuestión de días y las posibilida­des de que el Congreso apruebe el nuevo Gobierno parecen hoy mayores que hace unas semanas.

Todo dependerá del enrevesado reparto de poderes entre el presidente y el Congreso que recoge la Constituci­ón. El Congreso puede vetar al Gobierno. Si lo hace, Castillo podría presentar una nueva propuesta, pero si es rechazada por segunda vez, entonces está facultado para disolver el Congreso.

En los últimos días, los pronóstico­s apuntan a que los congresist­as se tragarán el sapo de un Gobierno encabezado por alguien como Bellido con tal de evitar el peligro de que Castillo disuelva el Legislativ­o y allane el camino a la Asamblea Constituye­nte que prometió en la campaña.

Castillo y los congresist­as se miran de reojo. A estos siempre les queda el recurso de promover la vacancia, como se llama en Perú a la destitució­n parlamenta­ria del presidente. Fue la herramient­a que terminó provocando la caída de Pedro Pablo Kuczysnki en 2018 y Martín Vizcarra en 2020, y la minoría de Castillo lo hace especialme­nte vulnerable. Lo único que puede darse por sentado es que, pase lo que pase, la inestabili­dad continuará.

Castillo se sacó el miércoles un as de la manga al anunciar el traslado a una prisión común de Vladimiro Montesinos, preso en la base naval de el Callao por su participac­ión en escándalos de corrupción y violacione­s de los derechos humanos en los años en los que fue la mano derecha de Alberto Fujimori. El presidente vendió la decisión como una garantía de que «ninguna persona privada de libertad tendrá un trato privilegia­do».

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EFE Manifestan­tes protestan en Lima contra el presidente peruano, Pedro Castillo

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