Prohibido rendirse
El nadador Abbas Karimi es el único afgano presente en los Juegos Paralímpicos. Forma parte del equipo de refugiados después de huir de su país en 2013
Abbas Karimi es el único deportista afgano en los Juegos Paralímpicos. Con 16 años, el nadador escapó de su país y en Tokio forma parte del equipo de refugiados junto a cinco miembros más. Él junto al piragüista sirio Anas Al Khalifa, el taekwondista burundés Parfait Hakizimana, los atletas Alia Issa, griega, y Shahrad Nasajpour, iraní, y el nadador sirio Ibrahim Al Hussein representan a un no país de 82 millones de personas, doce de ellos con discapacidad.
Karimi es la excepción de un país que contaba con dos atletas más en Tokio. La taekwondista Zakia Khudadadi y el atleta Hossain Rasouli debían estar compitiendo, pero la toma de poder de los talibanes acabó con sus sueños paralímpicos. Karimi presenció emocionado como la bandera de su país de origen desfilaba por el Estadio Nacional de Tokio. «Fue una señal de solidaridad, una prueba de que nos gustaría tenerlos aquí. Desafortunadamente no es posible, pero los tenemos en espíritu», dijo Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpico Internacional.
Abbas Karimi nació sin brazos y tuvo una infancia difícil en Kabul por su discapacidad. Desde los doce años comenzó a practicar kickboxing, una disciplina que le sirvió para tratar de hacerse fuerte e intentar defenderse en el colegio de todas las humillaciones a las que se vio sometido. En un país en el que la discapacidad es una condena, sufrió discriminación y acoso psicológico no solo por su discapacidad, sino también por su identidad. Sin embargo fue en la natación donde encontró un refugio. Su hermano construyó una piscina de 25 metros para la comunidad cerca de su casa, en Kabul.
En 2013, Abbas tuvo que huir del país, acompañado de su hermano, debido a las persecuciones que atentaban contra su grupo étnico. Primero a Irán, con varios incidentes durante la travesía, y después Turquía, donde permaneció en diferentes campos de refugiados para menores y empezó a competir en natación. Los tres años en Turquía le sirvieron para que en 2015 un ex entrenador de lucha libre, Mike Ivers, lo viese en un vídeo a través de las redes sociales e hizo todo lo posible por llevarlo a Estados Unidos. Logró que se aceptase su entrada en el país tras la mediación, en gestiones interminables, del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU. Y desde 2016 reside en Portland.
Desde entonces, Abbas ha ganado ocho medallas, incluida la plata que obtuvo en el Campeonato Mundial de Natación Adaptada de 2017 en la Ciudad de México. Su historia comenzaba a escribirse con la nueva vida que empezaba a tener en América. Entrenando seis días a la semana en el Complejo Acuático de Carter, en Fort Lauderdale (Florida), su constancia, trabajo y fuerza de voluntad le han llevado a cumplir su sueño de participar en el mayor escaparate del deporte paralímpico.
Forma parte del Equipo Paralímpico de Refugiados del Comité Paralímpico Internacional (CPI), pero su objetivo es conseguir un lugar en el podio, pues considera que hacerlo llevará esperanza e inspirará a millones de personas desplazadas en el mundo, a quienes busca representar. «Creo en mí mismo, pero nada de lo que hago es para mí. He llegado muy lejos y, como colaborador de ACNUR, me esforzaré por dar lo mejor de mí para representar a todas las personas refugiadas y desplazadas en el mundo», ha asegurado. «El mundo está prestando atención y tengo la fortuna de poder representar a las personas refugiadas y a los 80 millones de desplazados en el mundo», comenta.
Desde que se marchó de Afganistán a los 16 años sólo ha vuelto una vez. «Volví en 2019 once días para estar con mi madre porque mi padre había fallecido. Lloré mucho aquellos días», asegura Karimi, que aún recuerda las palabras que su progenitor le dijo antes de fallecer relacionándolas con sus éxitos en la piscina: «Sabía cuando naciste que ibas a ser algo especial, entre todos mis hijos tus eres el único que puso mi nombre en la cima del mundo».
Con el paso de los años, Abbas Karimi tiene su filosofía clara. «Cuando muera quiero que la gente sepa que Abbas Karimi, que nació sin brazos, nunca abandonó sus sueños y siempre persiguió sus metas», afirma. Su sueño ahora en Tokio es ser campeón paralímpico.