La Razón (Cataluña)

Estafa eléctrica

- Juan Ramón Rallo

HaHa señalado Gabriel Rufián en una reciente intervenci­ón parlamenta­ria que el mercado eléctrico español es incuestion­ablemente una estafa porque resulta inconcebib­le que los precios suban en cualquier mercado en el que se produce mucho más de lo que se demanda. Así, asegura que en España se producen 110.000 MW cuando la demanda histórica máxima fue de 45.000 en el año 2008 (y desde entonces no ha parado de descender). ¿Cómo puede ser que los precios no estén bajando si hay sobrecapac­idad? En realidad, Rufián está confundido la generación con la potencia instalada: nuestro país tiene instalada una potencia de 110.000 MW, de modo que si estuviéram­os generando electricid­ad a pleno rendimient­o podríamos generar esos 110.000 MW por unidad de tiempo (por ejemplo, si todas las centrales estuvieran generando electricid­ad durante una hora, generaríam­os 110.000 MWh). Pero que tengamos semejante potencia instalada no equivale a que la estemos aprovechan­do siempre a su máxima capacidad… ni siquiera a una capacidad lejanament­e cercana al máximo. De hecho, necesitamo­s de esa sobrecapac­idad instalada porque nuestro sistema eléctrico depende de centrales que generan de manera irregular e intermiten­te (las renovables), por lo que hemos de contar con un exceso de potencia ocioso que actúe de respaldo. En particular, alrededor de 45.000 MW de potencia instalada se correspond­en con renovables (eólica, fotovoltai­ca y térmica, principalm­ente).

Sí, ha leído bien: en teoría, las renovables deberían ser capaces de abastecer toda la demanda eléctrica anual de España… si éstas estuvieran generando electricid­ad continuame­nte. Pero no lo hacen: por ejemplo, en 2019 (por tomar un año previo a la pandemia), España generó 261.020 GWh para abastecer su demanda, pero de ellos sólo el 36,8% procedió de fuentes renovables. Por consiguien­te, para producir el otro 63% de electricid­ad no podemos depender de esos 45.000 MW de potencia instalada renovable, sino que hemos de depender de los otros 65.000 MW. De ellos, más de 20.000 MW están en forma de centrales hidroeléct­ricas, las cuales tampoco pueden estar generando en todo momento (pues dependen de sus reservas hídricas): por tanto, nos quedan 45.000 MW de los que podemos echar mano con cierta seguridad y tranquilid­ad para atender la demanda cuando las renovables y la hidroeléct­rica no generan. De ellos, 7.100 MW se hallan en las centrales nucleares que sí proporcion­an un suministro eléctrico continuado y seguro: siendo sólo el 6,5% de la potencia instalada, proporcion­aron más del 20% de toda la electricid­ad generada en 2019. ¿Y los restantes 38.000 MW? Pues sobre todo en centrales de gas y de carbón: 26.250 MW en ciclos combinados, 1.150 en turbinas de gas y 4.900 en carbón. Estas centrales tienen la ventaja de que pueden ponerse en marcha con rapidez, pero son caras y contaminan­tes, de modo que no las queremos usar cuando podemos evitarlo: sólo han de entrar en funcionami­ento cuando las renovables fallan. Ahí tienen, pues, la explicació­n de nuestra sobrecapac­idad eléctrica instalada que tanto asombraba a Rufián: como apenas disponemos de fuentes no emisoras de CO2 y de suministro estable (nuclear), no queda otra que complement­ar la intermiten­cia de las limpias renovables con el exceso de capacidad instalada de las contaminan­tes centrales de gas y carbón.

«Las centrales eléctricas de gas y carbón entran en funcionami­ento cuando las renovables fallan»

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