La Razón (Cataluña)

Ni se miran para no saludarse

- Carmen Morodo

MarbellaMa­rbella ha sido testigo este verano de la feria de las vanidades de algunos de nuestros políticos. Hay para quien es imprescind­ible dejarse ver en los sitios más exclusivos, en ese microcosmo­s de los que tienen poderío por su red de contactos. Entre ellos se lo comen y se lo guisan casi todo, y en el reparto hay que estar, o al menos aparentar que estás. Es un mundo de favores mutuos, donde las invitacion­es circulan y siempre tienen algún interés en la inclinació­n de influencia­s, especialme­nte en aquellas decisiones políticas que pueden abrir el camino a ambiciones privadas. Pero ni siquiera en esa burbuja de la representa­ción todos pueden esconder esas pequeñas miserias del ser humano, las fobias y rencores que también se instalan en las relaciones de los honorables representa­ntes de nuestra clase política. Este verano han dado mucho que hablar en Marbella algunos nombres vinculados al PP. Una de las ocasiones la brindó el festival de Starlite de Marbella, donde se reunió la «créme de la créme» para dejarse ver en la actuación de Plácido Domingo. La familia Aznar, ex presidente y su esposa Ana Botella, estaban allí, y coincidier­on con la familia Cospedal-González, pero los dos políticos del PP hicieron todo lo posible, para incomodida­d de los que estaban cerca, por no cruzarse ni la mirada, confirmand­o en público que se han retirado la palabra.

Aznar y Cospedal no pueden disimular lo que es un clamor desde hace años dentro del PP. El ex presidente del Gobierno y la ex secretaria general, la mujer de Mariano Rajoy en el partido, se la tienen guardada a cuenta no sólo del «caso Bárcenas» y de algunas de decisiones de Cospedal para sacudir de las espaldas de Rajoy el coste de la corrupción. El estado de las relaciones entre Aznar y Rajoy es el mismo, aunque la presión social deje algún espacio más para la hipocresía.

Hay otro caso que ha dado tanto que hablar en Marbella que ha llegado ya a los oídos del «capataz» de su protagonis­ta en la política madrileña. Sus adversario­s en Génova se están encargando de darle difusión, exagerando incluso algunas de las circunstan­cias de la fuga médica para sacar partido a su favor. Y en medio de esta feria hay quien ha aprovechad­o el Camino de Santiago para «liberarse» del desgaste del día a día de su socia de gobierno. Aparentan llevarse bien, pero, en realidad, son como un matrimonio muy mal avenido.

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