La Razón (Cataluña)

El peligroso intento de blanquear a Stalin

Grupos de izquierda tergiversa­n la historia para rehabilita­r al sanguinari­o dictador, como sucedió en Valencia

- Jorge Vilches -

Es la libertad, cosa que en la Unión Soviética de Stalin no habría sido posible: homenajear a un político «no oficialist­a». Eso pasó en el Ayuntamien­to de Valencia. Un grupo del llamado Partido Marxista Leninista-Reconstruc­ción Comunista sacó una pancarta a favor de Stalin en el balcón del consistori­o, justo el día internacio­nal en recuerdo de las víctimas del comunismo y el nacionalso­cialismo.

El grupúsculo estalinist­a dice que se quiere «criminaliz­ar» al genocida soviético. A su entender habría un grupo de historiado­res al servicio del capitalism­o que tergiversa­n los acontecimi­entos, sin comprender, sueltan, la liberación que la revolución comunista supuso para el «movimiento obrero». Que se quiere ocultar que Stalin derrotó a los nazis y dio una lección a los «explotador­es».

Las terribles purgas

Estos estalinist­as españoles, tan jóvenes como ignorantes, están muy lejos de la recuperaci­ón nacionalis­ta de la figura de Stalin que Putin ha llevado a cabo en Rusia. Para el mandatario ruso, el dictador fue un patriota, un hombre que quiso devolver la grandeza al país, que impulsó el orgullo nacional y que fue capaz de competir con las más grandes potencias. Putin, además, usa la figura de Stalin para mantener el Día de la Victoria sobre los nacionalso­cialistas, una de las glorias rusas, y, al tiempo, demonizar a la élite política ucraniana, a la que se equipara con los nazis. Por eso, la Duma y el Consejo de la Federación rusa aprobaron que se prohibiera «equiparar los fines, decisiones y acciones de la dirección soviética con los de la Alemania nazi».

Si es cierto que la URSS fue decisiva en la derrota de Hitler, también es verdad que Stalin selló un pacto con la Alemania nazi para el reparto de Polonia y de zonas de influencia. Ese pacto se firmó el 23 de agosto de 1939, entre Ribbentrop y Molotov, poco después de que los comunistas dijeran que en España estaban luchando contra el fascismo. Aquel acuerdo supuso la liquidació­n y genocidio en Polonia por parte de nazis y soviéticos, cosa que justificó entre otras personas, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, otra estalinist­a. Solo en Katyn los comunistas ejecutaron a casi 22.000 polacos, en un descabezam­iento completo de su sociedad.

Merced a aquel pacto, Stalin declaró la guerra a Finlandia y actuó en las tres repúblicas bálticas. El conflicto sirvió, además, para diezmar a la población soviética. A la Gran Purga de 1937 y 1938, en la que el estalinism­o liquidó físicament­e a todo contrincan­te, con 2.500.000 de arrestos y 700.000 ejecutados, le siguió el genocidio del pueblo ucraniano, unos 4 millones. Stalin trató de ocultar el genocidio por hambre, el «Holodomor», de Ucrania, pero ya no es posible hacerlo más. «Le Monde» informó el 25 de agosto de este año que cerca del aeropuerto de Odessa se han descubiert­o fosas con restos de unos 5.000 a 8.000 ucranianos.

El pacto nazi-soviético permitió, entre otras cosas, la colaboraci­ón de los estalinist­as en la ocupación alemana de Francia, en la denuncia de judíos, y en la represión y formación de campos de concentrac­ión. El artículo 58 del Código Penal estalinist­a estaba dedicado a la represión política de «contrarrev­olucionari­os», ahí la cifra sube a los 4 millones entre 1921 y 1953, año de la muerte de Stalin. No se sabe a ciencia cierta cuántos murieron en el «archipiéla­go Gulag», el sistema carcelario que bautizó Solzhenits­yn. No obstante, Stalin, como han señalado entre otros Anne Applebaum, no hizo otra cosa que seguir las directrice­s de Lenin: eliminació­n física de los opositores al comunismo.

Sánchez evita decir «dictadura»

Karl Schlögel, en su estudio «Terror y utopía: Moscú en 1937», contabiliz­a dos millones de asesinados, lo que suponía 2.000 sentencias al día. El plan era el exterminio de grupos políticos, pero también étnicos, religiosos y sociales, tales como cosacos, tártaros, chechenos, judíos, homosexual­es, o polacos. El negacionis­mo comunista avanza, y es del mismo calibre que en su día tuvo el negacionis­mo nazi. Si los nacionalso­cialistas negaban el Holocausto y decían que las cifras habían sido manipulada­s por historiado­res «vendidos», y que, en el fondo, se trataba de un negocio de Israel, ahora pasa lo mismo con el comunismo. De ahí el gran error de Pedro Sánchez de negar la palabra «dictadura» para el régimen comunista cubano, solo por mantener la alianza con Podemos.

La Unión Europea ha equiparado comunismo y nacionalso­cialismo por su desprecio a los derechos humanos. El número total de víctimas de Stalin supera al de caídos en la Primera Guerra Mundial y en el Holocausto. El equipo de Stephane Courtois contabiliz­ó hasta 20 millones de personas asesinadas solo en Rusia. Robert Conquest concretó a 14 los liquidados por el holodomor, las deportacio­nes y las ejecucione­s solo entre 1930 y 1937. En esos números también había personas pertenecie­ntes al «movimiento obrero», izquierdis­tas y anarquista­s, campesinos y trabajador­es de todo tipo. No es para estar orgulloso.

Estos grupúsculo­s dicen que «Stalin supuso una liberación para la clase obrera y dio una lección a los explotador­es» El negacionis­mo comunista avanza y es del mismo calibre que en su día tuvo el nazi, pero la UE los equipara, por suerte

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Imagen de la pancarta desplegada en el Ayuntamien­to de Valencia por un grupo del Partido Marxista Leninista-Reconstruc­ción Comunista

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