La transparencia sanchista sin luz
YaYa han transcurrido más de tres años desde que una moción de censura aupara a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno con la exigua cifra de 84 diputados de su partido. Leer ahora su intervención en aquel pleno a la luz de la experiencia de lo sucedido desde entonces, resulta sonrojante.
Dijo que la «transparencia» era un compromiso inalienable del que darían cumplida respuesta en el Congreso y el Senado, que la corrupción del PP «era insostenible» y exigía una contundente censura; y que el Congreso debía ser el centro de la democracia parlamentaria. Lo cierto es que la histórica deslealtad del PNV –que permitió aprobar los presupuestos al Gobierno unos días antes, para hacerle caer a continuación– posibilitó que se urdiera un «bloque político» que triunfó cohesionado por Pablo
Iglesias, desde Bildu a ERC pasando por minorías diversas.
A la vista tenemos esa prometida transparencia y la calidad de nuestra democracia, que requerían de un impulso regenerador: El Parlamento silenciado, Sánchez compareciendo por plasma o en foros sociales propagandísticos, mientras lleva casi tres meses sin hacerlo en las Cortes y tres años sin el tradicional Debate sobre el estado de la Nación. La luz de la transparencia brilla por su ausencia y por su histórico coste. Y ahora el Gobierno quiere averiguar el motivo de su elevada subida creando una comisión parlamentaria. Vivir para ver.
Es la regeneración de la democracia parlamentaria de Sánchez, mientras por el camino van quedando sus damnificados: Iglesias, Redondo, Calvo, Ábalos… y aumenta la oscuridad.
«La luz de la transparencia brilla por su ausencia y por su histórico coste»