Los tontos y la naúsea

Qué contentos deben estar los tontos del pueblo que se mofan de la Guardia Civil en las fiestas de verano y reciben a los etarras al salir de la cárcel como si fueran héroes, con banderas, bengalas, con todo tipo de cursilería barata incluyendo pitos y tambores. Estarán como locos, sabiendo que a Josu Ternera un tribunal francés lo exonera del delito de pertenencia a banda armada entre los años 2011 y 2013, porque aunque fue de ETA durante este periodo de tiempo no se dedicó al terrorismo. Dando por cierto que se podía estar en la banda de asesinos, pero sin comulgar con las bombas ni las muertes. Lo peor del dictamen de la Justicia gala es que inyecta gasolina a los que defienden a gente que se dedicó a programar y ejecutar atentados contra ciudadanos indefensos.

Tratar de entrar en la mente de estos personajes, como la de Arnaldo Otegui que asegura que los homenajes a los terroristas no dañan la dignidad de las víctimas, hace pensar en cómo se autogenera el famoso huevo de la serpiente que aplaude y recibe con los brazos abiertos a una panda de pistoleros. Estos, que son los tontos del pueblo con papeles, ya digo, deben haber heredado la memez etarra o se la han metido en la sesera como se pegaba la tiña en los tiempos del hambre y la miseria: de una cabeza a otra, sin detenerse dos minutos a pensar ni qué es lo que defienden y celebran. No hay otra explicación para la panda de jóvenes que apoya las bombas y las pistolas.

Lo peor es que no se quedan en su casa, porque los votos de estos tontos del pueblo son los que sustentan, entre otros, al presidente del Gobierno a costa de un trato preferente respecto al resto de españoles. Aceptar la sentencia a favor de Ternera es duro para cualquiera que tenga un mínimo de decencia, pero volver a escenas que debían estar superadas en una sociedad democrática provoca, como dijo Urkullu, verdadera repulsión y asco.