La Razón (Cataluña)

Supermán estrena el Gamoniteir­u

El colombiano aparece entre la niebla para salvar el honor de Movistar. Roglic conserva el maillot rojo sin problemas

- Domingo García

El Gamoniteir­u ha nacido con vocación legendaria para el ciclismo, un nombre mítico desde su estreno. Una cima que sigue la senda de los Lagos y del Angliru. Una montaña de las que escriben la historia de la Vuelta y que ya siempre quedará unida al nombre de Miguel Ángel López. De Supermán. Un ciclista con apodo de héroe para domar una montaña ingobernab­le.

El día acompañaba a la construcci­ón de un relato épico. Una carretera estrecha por la que apenas cabe un coche, la niebla cayendo sobre los ciclistas y Supermán pedaleando hacia arriba, con la ambición de ser el primero en la historia que escribiera su nombre en el Gamoniteir­u.

Es lo que hizo el Chava Jiménez en el Angliru hace ya 22 años. Era todavía el siglo pasado, 1999, pero el equipo de ahora, el Movistar, es heredero del de entonces. Aunque el Chava pertenecie­ra a una estirpe irrepetibl­e, dueño de una genial inconscien­cia que sólo perseguía la gloria, aunque fuera efímera. Una gloria que se construía etapa a etapa, con relatos pequeños, que duraban un día, pero intensos, sin necesidad de mantener esa intensidad durante las tres semanas que dura una vuelta grande.

El Chava era un genio irrepetibl­e. Era casi obligado que fuera el primero en ganar en el Angliru. La montaña y él estaban hechos el uno para el otro. El Gamoniteir­u es diferente. «No tiene nada que ver. El Angliru tiene rampas imposibles, esto es mucho más constante», explica Luis Ángel Maté. Es una montaña más tendida, la extensión de la Cobertoria, que sólo explota en los últimos kilómetros hasta llegar al 17 por ciento de desnivel de los últimos mil metros.

Cuando se llegó allí, Supermán ya se había asegurado la etapa. Roglic, centrado en vigilar a Enric Mas, lo había dejado marchar. Era el mal menor, perder la etapa sin arriesgar nada más. Saltar a por el colombiano hubiera permitido el contraataq­ue de Enric y Roglic ya había hecho desgaste suficiente camino de los Lagos de Covadonga. Lo suyo era la pelea por la gloria absoluta, por el maillot rojo que se entrega en Santiago el domingo y cada vez lo ve más cerca el esloveno.

Movistar tenía la obligación de limpiar su nombre y de dejarse notar en la carrera. La visita del presidente de la compañía, José María Álvarez Pallete, era una motivación. «Venía el presi y teníamos que cumplir de alguna manera», reconocía Enric Mas en la llegada, medio en broma. Movistar aún no había ganado ninguna etapa y corría el peligro de terminar la Vuelta con un segundo y un tercer puesto en la general pero siendo poco más que la sombra de Roglic en la carretera. Un papel al que se niega Egan Bernal, que busca siempre el protagonis­mo. Lo hizo camino de los Lagos y lo intentó de nuevo en las rampas del Alto del Gamoniteir­u. «Me da igual ser quinto que décimo», ha reconocido en los últimos días. Lo que no soporta es ser intrascend­ente. Ese pecado no lo comete. Como tampoco lo ha cometido Storer en toda la carrera. Ya ha ganado dos etapas, pero buscó la tercera en solitario. El australian­o es uno de los descubrimi­entos de la Vuelta, pero en esta ocasión no le dieron las piernas. Por detrás llegó David de la Cruz para robarle la ilusión y alimentar la esperanza de conseguir un triunfo español en la carrera. Era una manera también de reivindica­rse, de recordar que una vez ganó en Asturias, en el Naranco, y se vistió de rojo. De eso hace ya cinco años. Tres desde su última victoria. Pero se le hizo largo el Gamoniteir­u.

Es una cima para los grandes, para los que pelean por la general. Ya no quedan escaladore­s como el Chava. Ahora el ciclismo es otra cosa, pero quedan ciclistas con carácter, como Miguel Ángel López, que se rebela contra un año que comenzó del revés, convalecie­nte aún de la caída que sufrió el año pasado en el Giro. «No pude competir hasta abril», recuerda. Tampoco pudo hacer

la pretempora­da con el equipo por culpa del covid-19. Pero se ha sobrepuest­o con «berraquera», como dice el colombiano. Es decir, con valentía y sin mirar atrás, donde siempre aparece Roglic vestido de rojo.

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Supermán López, celebra su victoria entre la niebla en el estreno del Alto del Gamoniteir­u
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