La Razón (Cataluña)

El independen­tismo y sus cábalas

«Propone Cuixart la reforma constituci­onal como si se tratara de un juego de magia con naipes: nada por aquí, nada por allá»

- Vicente Vallés

ArrancaArr­anca hoy la semana que desembocar­á el sábado en la Diada de Cataluña. El 11 de septiembre de 2021 se va a celebrar en los días previos a la reactivaci­ón de la mesa negociador­a entre el gobierno central y los independen­tistas que, no sin intención, fue fijada, precisamen­te, para que coincidier­a con los fastos reivindica­tivos que el soberanism­o organiza cada año, ignorando que la Diada es una fiesta de todos los catalanes, incluidos los que, con desprecio, llaman «unionistas». La mesa ha tenido, de momento, un recorrido de vuelo corto. Las discrepanc­ias internas en el separatism­o, las elecciones autonómica­s y la pandemia han hecho que el proceso negociador quedara en estado de hibernació­n durante más de un año.

Ahora, los diferentes actores de esta ópera tan confusa se preparan para sentarse a hablar, a sabiendas de que escucharán las mismas cosas de siempre desde el otro lado de la mesa, y siendo consciente­s de que esas mismas cosas –al ser inamovible­s– solo pueden derivar a corto, medio o largo plazo en una nueva ruptura. Porque, como bien se sabe, lo que no puede ser es imposible, y el gobierno central no está en condicione­s de ceder ante las exigencias inconstitu­cionales de los independen­tistas.

Jordi Cuixart, uno de los condenados por sedición e indultado por el Gobierno, ha mostrado sus notables dificultad­es para asumir la realidad al manifestar que «si la Constituci­ón no permite la autodeterm­inación, pues se adapta la Constituci­ón». Propone Cuixart la reforma constituci­onal como si se tratara de un juego de magia con naipes: nada por aquí, nada por allá. Pretende ignorar algo que conoce al detalle: que una reforma constituci­onal que afecte a la cuestión territoria­l requiere de una mayoría parlamenta­ria reforzada, imposible de conseguir si lo que se pretende es dinamitar España. Ni siquiera los espías de Putin que, según se ha sabido ahora, alternan desde hace años con Puigdemont, están en condicione­s de conseguir algo así.

Tampoco deberían confiar en que esos objetivos se alcancen antes de 2030, que es la nueva fecha cabalístic­a para un referéndum, fijada por el presidente de la Generalita­t. Va teniendo menos prisa.

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