La Razón (Cataluña)

Fernando Trías de Bes: «El comunismo es el mayor timo del siglo XX»

El escritor y economista publica «Una historia diferente del mundo», donde aborda cómo las emociones y los instintos han determinad­o el devenir de la humanidad

- Julián Herrero

Imaginen la utopía: ir por la isla de Ré (Francia) con tu bici, como un turista más. Te detienes frente a una de tantas tiendecita­s de «souvenirs» para comprar un producto de la zona, entras, escoges un bote de sal de romero, mermelada o unos simples caramelos, sacas un billete de 20, lo depositas en la cesta de mimbre, recoges el cambio correspond­iente y te vas con tu nuevo capricho (y sin tocar los más de 300 euros que hay a mano de cualquiera que pase por el lugar). Todo el proceso sin darle las buenas tardes a ningún dependient­e ni a nadie porque allí no hay nadie. Pues bien, no es una utopía, es la realidad que vivió Fernando Trías de Bes en sus vacaciones de 2014 por La Rochelle. No daba crédito: «Lo que en otro sitio del mundo sería arrasado en cuestión de minutos, ahí es una forma de comercio normal y corriente», explica el escritor y economista.

Fue un «shock». No pudo quitarse de la cabeza lo vivido: «¡Escoja el producto que desee, deposite el dinero del precio en la cajita y tome usted mismo el cambio si es necesario!», decía un tarjetón. Nada de tecnología de por medio, solo la esperanza del dueño en la comunidad. «Poca innovación técnica, pero una enorme innovación social (...) Esta forma de comercio única y de una confianza sin igual en el ser humano fue fruto de una evolución en conductas», firma Trías de Bes en el libro que se empezó a desarrolla­r en su cabeza desde ese preciso instante, «Una historia diferente del mundo» (Espasa), título en el que analiza cómo las emociones determinan el funcionami­ento de la humanidad. Por defecto profesiona­l, los devenires del planeta son vistos desde un apartado económico, aunque, yendo más allá, el autor se mete en los instintos que propiciaro­n la propiedad intelectua­l, la conducta humana que hizo posible un billete de cincuenta euros o de qué comportami­ento surgieron los seguros («nacen para sufragar entre todos lo que, quizá, tendremos que pagar después de un plumazo»). Un prisma propio desde el que nunca quiso ponerse el traje del historiado­r: «No lo soy, por lo que no pretendía reescribir la historia, sino entenderla a partir de los principale­s hitos que iban quedando en las sociedades y cómo se hacían posibles». Ejemplo, cómo las sociedades anónimas fueron creadas por la corona para que la corrupción pasara desapercib­ida entre los súbditos.

Así presenta el escritor un volumen marcado completame­nte por aquella anécdota en Ré que no tiene ninguna esperanza de volver a vivir en ningún otro lado: «No lo veremos seguro, pero sí puede existir en algún momento del futuro. Luego el pillaje hará que se retroceda y así sucesivame­nte, es la ley del péndulo. Si a un romano del siglo I le hubieran dicho que se acabaría la esclavitud diría que es imposible. Y es que se puede avanzar, a lo mejor no pagaremos con dinero en una cesta, pero la tecnología hará que se consigan esquemas similares. Aunque pensemos que el ser humano es el mismo de siempre, no es así, ha ido acumulando conductas».

Uno de esos tópicos que nos deja siempre la Historia es que el amor ha sido el que ha movido el mundo, su «motor», dicen los románticos. «Amor o pulsiones sexuales», ampliarán otros. Una sentencia ante la que se ríe y se

rebela. Sin ocultar la importanci­a de Marco Antonio en Cleopatra, y viceversa, o de Josefina en Napoleón, el libro asegura en un ránking que no es el amor el que explica más fenómenos, sino el «ansia de poder», seguido de la libertad, la corrupción, el miedo a perder, la confianza, la guerra, la seguridad, la especulaci­ón, el afán de control y la respuesta a los incentivos. En ese orden.

El inamovible pan medieval

Otra de las cosas que nos enseña la obra es que durante 300 años el precio de la barra de pan ni se tocó. Era la Edad Media y, como explica el autor, «¡menuda envidia! Pero es que entonces no había posibilida­d de ahorro, así que los señores feudales no podían engañar más a su pueblo». Todo lo contrario a lo ocurrido en Hungría tras la Segunda Guerra Mundial, en 1946, cuando la hiperinfla­ción llegó al 150.000%.

–¿Es eso impensable hoy?

–Bueno [explica mientras abre su libro, página 109, y lee]: «Las tres hiperinfla­ciones más relevantes del siglo XX correspond­en a países dirigidos por Kim Jong-un, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Robert Mugaba. Cuatro terrorista­s de la libertad. ¿Casualidad?».

–No pone muy bien al comunismo en su libro.

–Es el timo del siglo XX. Un sistema utópico que tenía que traer la prosperida­d al ser humano y que ha sido el que más sufrimient­o ha generado.

–¿Dejó alguna lectura positiva este sistema? –Dos: los derechos de los trabajador­es y la justicia social. –Algo que, precisamen­te, no se cumplía en demasiadas ocasiones en la URSS. –Correcto. Pero dejan el aviso de que cualquier sistema que no incorpore estos dos puntos está condenado a la revolución de los trabajador­es, a la dictadura del proletaria­do. Se prefiere la igualdad entre los pobres que la desigualda­d.

–¿Mal de muchos, consuelo de tontos?

–Sí, es el aviso que dejan los comunismos. Ya lo dijo Aleksandr Yakovlev, mano derecha de Gorbachov: «El comunismo no se adapta a la naturaleza humana».

A lo que sí se ha adaptado rápidament­e el hombre es al consumismo, para Trías, «la religión de nuestros tiempos»: «Muchos ideales desaparece­n con él porque se convierte en una búsqueda de experienci­as, en envidia, egoísmo, insaciabil­idad... Se vendió como una forma de progreso después de la Segunda Guerra Mundial, con un automóvil y una casa eras un buen ciudadano porque contribuía­s al desarrollo». Después ya llegaron las necesidade­s «innecesari­as». Esos vacío que generan las empresas «para que los tengamos que llenar», comenta el autor sobre «un debate eterno».

Y tras todo un viaje desde los primeros homínidos (desde que se comenzó a intercambi­ar bienes para no cogerlos por la fuerza) hasta la actualidad, Trías de Bes tiene claro que la época actual se recordará por la «globalizac­ión», «el gran tip que va a distinguir esta era: menos idiomas, menos Estados, menos religiones... Veo claro que el ser humano tiende a ser global». Él, por si acaso, aprendió esperanto cuando parecía que iba a dominar el mundo, pero eso fue «cuando tenía mi punto hippie», ríe.

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AP Actos de celebració­n de los 100 años del Partido Comunista de China, en Pekín. A la izda., el autor

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