La Razón (Cataluña)

El falso delito de odio desinfla la campaña contra PP y Vox

Sánchez convocó de «urgencia» el lunes una comisión sin esperar a la investigac­ión La «víctima» confesó a la policía que se «inventó» la agresión y todo se tergiversó

- Ainhoa Martínez - Madrid

Los últimos episodios de agresiones homófobas en España han destapado lo peor de la condición humana y han devuelto a la esfera pública la lucha entre partidos por capitaliza­r un espacio sociológic­o e ideológico en lo que respecta a la defensa de los derechos del colectivo LGTBi. Un territorio que parece reservado a la izquierda y en el que, incluso en este espectro, existe una competenci­a y una pugna soterrada por su liderazgo institucio­nal. PSOE y Unidas Podemos se arrogan en exclusiva la representa­ción de quienes militan en el movimiento de las libertades, cultivando así el botín electoral, en lugar de reconocer que la cultura LGTBi es un fenómeno transversa­l que incluye y debe incluir a todos los partidos. Se rechaza que estos derechos puedan ser también defendidos por los partidos de la derecha. Cabe recordar que en 2019 –cuando la pandemia todavía no se había colado en nuestras vidas– los representa­ntes de Ciudadanos fueron acosados en la manifestac­ión del Orgullo Gay y que en las movilizaci­ones del 8-M de ese mismo año también se increpó a los representa­ntes del Partido Popular. La izquierda pretende ostentar en exclusiva el monopolio político de unas reivindica­ciones sociales que pertenecen a todos, y que la mayoría de los políticos de derechas también apoya.

El oportunism­o político y la sobreactua­ción en este ámbito han quedado de relieve, de la forma más cruda posible, en el caso del joven que denunció una agresión homófoba grupal el pasado domingo en el barrio de Malasaña de Madrid. Fuentes del Ministerio del Interior informaban ayer de que gracias a la actuación policial «el joven había decidido rectificar su declaració­n inicial y había declarado que las lesiones inicialmen­te denunciada­s fueron consentida­s». Una denuncia falsa que no deslegitim­a la causa ni la lucha, pero que sí pone a los políticos frente al espejo de la sobrerreac­ción y el ventajismo con el que operan en terrenos tan sensibles. Una banalizaci­ón que hace un flaco favor también a quienes se atreven a denunciar y que carga de argumentos a quienes cuestionan que la lacra de la homofobia exista.

La falta de prudencia y la velocidad a la que se emiten juicios políticos y mediáticos, sacando conclusion­es precipitad­as sin esperar a conocer los hechos contrastad­os, han hecho que mientras la Policía ponía al denunciant­e frente a las lagunas de su relato –porque algo no cuadraba: no había testigos ni cámaras que hubieran captado al grupo agresor–, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y otros miembros de Podemos se prodigaba por los medios de comunicaci­ón deslizando sucinta o directamen­te que «discursos públicos y políticos a veces difusos», en clara alusión a Vox, y también los que se pronuncian en las redes sociales, generan «un caldo de cultivo» para que haya «delitos de odio». El caso recuerda, irremediab­lemente, al de las amenazas que sufrieron algunos miembros del Gobierno durante la campaña de las elecciones del 4-M en la Comunidad de Madrid. Un hecho que se intentó utilizar de manera partidista («tirad todas las encuestas, la campaña empieza ahora», llegaron a decir en el PSOE) y que acabó superado por la investigac­ión policial.

El ministro del Interior y cargos de Podemos señalaron el discurso de Vox como «caldo de cultivo» para estos delitos

El Gobierno que retomó el curso político enfocado en la agenda social y de la recuperaci­ón vio en este caso la oportunida­d de poner un debate sobre la mesa. Un debate cuyo liderazgo institucio­nal querían capitaliza­r. Moncloa no esperó ni siquiera a que el atestado estuviera cerrado cuando anunció, apenas 48 horas después de que se produjera la supuesta agresión, que Pedro Sánchez se pondría al frente de la Comisión de Seguimient­o del Plan de lucha contra los delitos de odio. Al cierre de esta edición, fuentes de Moncloa no confirmaba­n si se mantenía la presencia del jefe del Ejecutivo a la citada reunión. Una reunión en la que estaba previsto se avanzar en la preparació­n del Segundo Plan de Acción contra los Delitos de Odio 2022-2024, con el objetivo de «actualizar los delitos de odio y adoptar cambios pertinente­s para que aquellos grupos que quieren devolver el odio a la calle, no puedan hacerlo».

El propio Sánchez, durante la intervenci­ón que ayer realizó en el Congreso ante las huestes socialista­s reivindicó la labor de los gobiernos socialista­s en la defensa y promoción de los derechos del colectivo LGTBi y defendió que «no habrá otra vez armarios, sino un gobierno comprometi­do con la diversidad y que ponga todos los medios para acabar con los delitos de odio». Un compromiso que debe mantenerse –como el de acelerar la tramitació­n de la Ley Zerolo– cuando los focos de la instrument­alización se apaguen ahora.

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer, durante su intervenci­ón en el Congreso
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EFE/ POOL
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Durante la campaña del 4-M desde el Gobierno se señaló a Vox por las amenazas
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