La Razón (Cataluña)

El 11-S de Biden

- José María Marco

LosLos españoles somos vanidosos y estamos convencido­s de que lo que nos ocurre a nosotros no puede llegar a ocurrir en ninguno otro sitio, menos aún en uno de esos países que llamamos, nadie sabe por qué, normales. A quien siguiera pensando algo parecido, Biden le ha dado una lección inolvidabl­e. Y es que a la hora de supeditar la política a la imagen, el presidente norteameri­cano ha batido todos los récords imaginable­s, incluido el de Pedro Sánchez. Biden quería tener e incluso disfrutar su discurso el 11 de septiembre. Iba a decir lo que ha venido argumentan­do estos días, pero con la solemnidad que le habría otorgado la fecha. Es decir, que tras los fracasos de Obama y de Trump, a él le tocaba la misión histórica de acabar con la guerra más larga de la historia de Estados Unidos. La retirada iba a ser escenifica­da como una victoria y la conmemorac­ión de los atentados, como una celebració­n de la paz.

Como es bien sabido, las cosas no han salido exactament­e así y el colapso del régimen proocciden­tal, la invasión de Kabul y la salida apresurada obligan, si no a cambiar la narrativa, sí a modificar al menos el telón de fondo. El 11-S no se podrá cerrar como Biden y sus asesores de imagen habrían querido. Aun así, esta realidad no debería convertir la inminente conmemorac­ión en una nueva celebració­n del apocalipsi­s, como ocurrió en parte con el final de la Guerra de Vietnam. Pasados los primeros momentos de shock y el trauma de asistir en directo a lo más parecido a una estampida, no hay por qué seguir autoflagel­ándose como si esa fuera la única respuesta posible a la frivolidad de Biden.

Es verdad que ha sido derrotado el proyecto de construcci­ón nacional y democrátic­a, pero esa lección ya la debíamos haber traído aprendida de Irak. Lo que habrá justificad­o el largo compromiso occidental en Afganistán habrá sido la posibilida­d de una forma de vida más digna para varias generacion­es de afganos, la reducción de la amenaza terrorista en estos años pasados y la demostraci­ón de que existen elementos suficiente­s para establecer políticas complejas de colaboraci­ón entre naciones en caso de agresión. No es poca cosa y la vuelta al realismo, si lo es de verdad, no debería llevar a nadie a hacerse ilusiones acerca de la desaparici­ón de las amenazas, ni a quienes amenazan a pensar que pueden cumplir con sus objetivos impunement­e.

Otro tipo de idealismo sería caer en la tentación de pensar en los talibán como el nuevo aliado, algo parecido, por retomar la analogía española, a lo que aquí ocurre con los nacionalis­tas. No lo son y tampoco están cerca de serlo. El buenismo practicado a escala internacio­nal no va a dar mejores resultados que en nuestro país. En cambio, las democracia­s liberales siguen teniendo importante­s elementos de contención y de control, desde la posible retención de fondos afganos y la supervisió­n reforzada en asuntos de cooperació­n humanitari­a hasta la vigilancia de los terrorista­s y la monitoriza­ción de la informació­n y la propaganda, entre otras muchas acciones posibles.

«Otro tipo de idealismo sería caer en la tentación de pensar en los talibán como el nuevo aliado»

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain