LEE YA SE RINDIÓ EN APPOMATTOX
ElEl revisionismo histórico es una de las lacras de nuestros días. La ciencia y el saber contaminados y manoseados por la pulsión populista de arribistas y jetas de la política o al servicio de los políticos por su correspondiente estipendio. Bastardear con el relato de los siglos es hoy recompensado gracias a la ética negra de lo políticamente correcto. Se ajusticia a todo lo que hoy arde en la pira del dogma dominante, en el que se adulteran nobles ideales y dignos principios consagrados en el progreso de la civilización y la humanidad. La última víctima del fuego inquisidor y sumario ha sido el general confederado Robert E. Lee, legendario militar que comandó las fuerzas del Sur en la guerra de Secesión. Defensor de la unión en un principio, la lealtad a su estado y sus raíces en Virginia inclinaron la balanza para que combatiera en un bando que, en efecto, defendía la esclavitud, como tantos otros hijos de su tiempo también en el norte o entre los padres fundadores de la gran nación. Lee ganó y perdió en el campo de batalla y en buena medida su genio estratégico prolongó un duelo perdido de antemano por los corajudos e idealistas sureños, pero carentes de los recursos y el potencial para soportar una guerra larga. Ahora, su estatua ha sido retirada de Richmond (Virginia), antigua capital de la Confederación, en medio del debate sobre la presencia de símbolos del pasado esclavista en espacios públicos en EEUU. Había permanecido allí 131 años. Que fuera adalid de la reconciliación tras la tragedia o que apoyara los derechos civiles de todas las personas ha servido de poco. Los sayones deseaban su caída, pero Lee ya se rindió a Grant en Appomattox el 29 de marzo de 1865.