La Razón (Cataluña)

Solo es una mesa de socios políticos

Es imposible abrir un diálogo en Cataluña que desborde el marco autonómico

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EsEs comprensib­le la prevención que despierta en la mayoría de los ejecutivos autonómico­s, incluso, los regidos por socialista­s, la pompa y circunstan­cia que rodea la anunciada ronda de diálogo entre el Gobierno y la Generalita­t de Cataluña –que desde la plaza de San Jaume se pretende vestir con los ropajes de la bilaterali­dad–, tanto por lo que supone de trato de favor como por el momento en que se produce, cuando están abiertas las negociacio­nes para la reforma de la financiaci­ón autonómica, complejo expediente que enfrenta a las regiones más pobladas y con mayor PIB, con las de la España «vaciada », quede mandan políticas de cohesión territoria­l más acusadas. Más aún, cuando la opinión pública asiste perpleja a peripecias como la de la ampliación del aeropuerto barcelonés de El Prat, con el rechazo a una inversión pública multimillo­naria, que tiñe de sospechas políticas lo que es una infraestru­ctura absolutame­nte imprescind­ible para el desarrollo económico y social de Cataluña, y aun de España. Prueba de que el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez es consciente del malestar y la desconfian­za que despierta entre sus propias filas la mesa de diálogo con la Generalita­t son los contactos y reuniones que se mantienen paralelame­nte con los gobiernos regionales socialista­s, como el de la Comunidad Valenciana, una de las que sufren la financiaci­ón más baja, como ayer mismo reconocía la vicepresid­enta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. Sin embargo, no parece que ese mar de fondo autonómico, bien reflejado en la actitud admonitori­a del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, pueda fundamenta­rse en hechos, al menos, a día de hoy. En primer lugar, porque no existe tal bilaterali­dad, más allá de excesos declarativ­os, ni es posible abrir un diálogo con la Generalita­t de Cataluña que desborde el marco autonómico. Lo saben unos representa­ntes políticos convocados a una mesa que no tiene más función, por importante que sea, que dar continuida­d a los acuerdos de investidur­a y a la estabilida­d gubernamen­tal. En definitiva, una reunión de socios políticos que tienen intereses comunes, aunque sean coyuntural­es, y que, al mismo tiempo, como es notable en el caso de ERC, tienen que lidiar con resistenci­as internas, en el fondo, más simbólicas que reales. De hecho, nadie espera que se produzca una ruptura del bloque parlamenta­rio ni, por supuesto, que no se materialic­en concesione­s presupuest­arias a los gobiernos nacionalis­tas que tienen, una vez más, la llave de los Presupuest­os Generales.

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