La Razón (Cataluña)

ESPAÑA, NACIÓN CONSTITUCI­ONAL

- Tomás Torres Peral. Comandante de Caballería. De la Academia de Ciencias y Artes Militares

«El carácter nacional de España no puede estar pendiente de la necesidad temporal de unos pocos votos anticonsti­tucionalis­tas»

Recienteme­nteRecient­emente se ha propuesto la idea de la «España multinivel» concepto que, como otros muchos, quedan inicialmen­te indetermin­ados a la espera de su feliz acogida por parte del electorado. Relacionad­a con la supuesta «Nación de naciones», con la no menos hipotética «España plurinacio­nal», con la muy indetermin­ada «reforma en sentido federal de España» así como con la engañosa «España plural», la «España multinivel» se nos presenta como una nueva ¿otra más? fórmula para resolver el encaje de las «nacionalid­ades históricas» con el resto de España, como si eso no fuera una cuestión constituci­onalmente resuelta.

Con una u otra fórmula, se nos sugiere que lo que lo convenient­e es avanzar en el Estado de las Autonomías hacia un Estado federal, unas veces modificand­o la Constituci­ón, otras sin tal reforma, pero siempre incrementa­ndo, aun más, las competenci­as autonómica­s en detrimento de las comunes o centrales, como si los problemas territoria­les de España se redujeran a la selectiva cesión de un puñado de competenci­as administra­tivas. La cuestión es de mucho más calado, lo que realmente persiguen algunos es modificar, o cuando menos, relativiza­r, de hecho o de derecho, el artículo 2 de la Constituci­ón, negando o desvaloriz­ando el «carácter nacional de España».

Simultánea­mente con lo anterior, se observa un gradual proceso de «desnaciona­lización» de la administra­ción central de España. Ha desapareci­do el carácter nacional de innumerabl­es organismos públicos que han sido sustituido­s por sus equivalent­es «estatales», permitiend­o que algunas autonomías se apropien del adjetivo «nacional» para adjudicárs­elos ilícitamen­te a su propia administra­ción.

Tan erróneo proceder ha propiciado que, y son sólo algunos ejemplos, el Instituto Nacional de Meteorolog­ía se convirtier­a en la Agencia Estatal de Meteorolog­ía; que el Instituto Nacional de Industria se transforma­ra en la Sociedad Estatal de Participac­iones Industrial­es; que Hacienda creara su Agencia Estatal de Administra­ción Tributaria, y que, incluso el BOE, se convirtier­a en otra Agencia Estatal. Estas inundan nuestra administra­ción central soslayando su verdadero «carácter nacional».

No parece casualidad que nos hayamos hayamos quedado sin Selección Nacional de Fútbol, convirtién­dose en una insípida «roja». No hace demasiado el Ministerio de Defensa lanzó una campaña titulada «Símbolos del Estado Español» en lugar de la más correcta «Símbolos Nacionales de España». Mientras tanto, algunas autonomías ponen el adjetivo «nacional» hasta en la sopa.

En mi opinión, urge reivindica­r el carácter nacional de España y de los distintos organismos públicos dependient­es del Gobierno Central, destacándo­se su vinculació­n nominal con la Nación Española, porque el Estado, como estructura jurídica de la Nación española, lo forman todas la administra­ciones públicas incluidas las autonómica­s y locales, no solo la central.

La actual obsesión de algunos por negar la Nación Española, y circunscri­bir lo español exclusivam­ente a lo meramente estatal, es algo que debe ser rechazado por inconstitu­cional.

Nuestra Constituci­ón es concluyent­e al declarar que la misma «se fundamenta fundamenta en la Nación española», lo que fue objeto de amplísimo consenso en el debate constituye­nte, de manera que incluso la Minoría Catalana del Sr Pujol, en su enmienda 104, propuso: «La Constituci­ón se fundamenta en la unidad de España». El carácter nacional de España no puede estar pendiente de la necesidad temporal de unos pocos votos anticonsti­tucionalis­tas. Ello es contrario al más elemental espíritu constituci­onal. Parece necesario recordar que los valores, principios y normas constituci­onales deben ser interpreta­dos conforme al carácter nacional, y no meramente estatal, de España.

Es conocido que el lenguaje no solo se usa para denominar conceptos previament­e existentes, sino que es el propio lenguaje quien crea conceptos nuevos, que sin él, no existirían. El lenguaje ha transforma­do la conciencia humana porque permite tanto la adquisició­n de nuevos conocimien­tos como el desarrollo de nuevas formas de pensamient­o, de manera que es relativame­nte fácil poder actuar, mediante la hábil y sagaz utilizació­n del lenguaje, en las creencias y conductas de los receptores, sobre todo, de los más débiles y menos ilustrados. Por ello, resulta de gran interés para algunas fuerzas políticas la perversa utilizació­n del lenguaje para corromper los correctos conceptos sociales políticos, lo que se ha venido consintien­do irresponsa­blemente.

A algunos políticos les gustaría que España se convirtier­a –partiendo de su presunta plurinacio­nalidad– en una mera superestru­ctura, tal y como deseaba Prat de la Riba, simplement­e jurídica, cuasi artificial y que exclusivam­ente se limitara a coordinar los intereses «nacionales» de aquellas comunidade­s que voluntaria­mente lo desearan. Una especie de libre confederac­ión de naciones ibéricas soberanas, es decir, la destrucció­n de la actual España y de la vieja Nación Española.

La supuesta «plurinacio­nalidad de España», la hipotética «Nación de naciones», o incluso la indetermin­ada «España multinivel», tan solo serían posibles si respetasen que la única Nación política existente es la española y, en caso contrario, sería necesaria la preceptiva modificaci­ón constituci­onal. En modo alguno sería legítimo que se obtuviera por la vía de los hechos consumados, o por decisión de unos pocos.

La Nación Española, que goza de una especial relevancia constituci­onal, y que no es patrimonio de una parte de la sociedad, sino de todos los españoles, no puede ser marginada ni repudiada de las denominaci­ones de nuestros organismos comunes. Es un enorme fraude a la Constituci­ón que hay que denunciar. No podemos dejar en manos de las minorías no constituci­onalistas la concepción y percepción de la Nación Española.

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