La Razón (Cataluña)

¿Cómo abaratar la factura?

- Juan Ramón Rallo

La mitad de la factura eléctrica viene explicada actualment­e por los precios del mercado mayorista, mientras que la otra mitad son costes que, no sólo no están relacionad­os con la generación, sino que se hallan regulados por los políticos: peajes de transporte y distribuci­ón, déficit de tarifa, primas a las energías renovables o impuestos. En otros momentos, la distribuci­ón de la tarta de la factura eléctrica ha sido distinta. En 2020, por ejemplo, los precios del mercado mayorista únicamente representa­ban el 25% del recibo, pero la fuerte subida de este año los ha elevado hasta el 50%. El Gobierno posee, pues, sólo un margen parcial para abaratar significat­ivamente la factura en el corto plazo: la mitad del recibo (el precio de la energía) no entra dentro del ámbito de sus competenci­as y la otra mitad no puede hacerla desaparece­r sin más. El coste del transporte y de la distribuci­ón de la electricid­ad se tiene que cubrir porque no es gratis; y el déficit de tarifa o las primas a las renovables son deudas que (por desgracia) contrajimo­s en el pasado y que ahora no podemos dejar de pagar. Como mucho, por tanto, el Ejecutivo podría aplazar esos pagos o bajar los impuestos, pero en ambos casos sólo supone un alivio transitori­o. Eso no significa que no deban tomarse medidas temporales (por ejemplo, la recaudació­n por los derechos de emisión de CO2 se está incrementa­ndo y eso podríamos reinvertir­lo en abaratar alguno de los componente­s regulados de la factura), pero sí que el problema de fondo es otro. ¿Y cuál? Que hemos optado por un modelo de generación eléctrica muy intermiten­te y, por tanto, muy dependient­e del gas como tecnología complement­aria. En particular, la potencia instalada de eólica, fotovoltai­ca y termosolar asciende a los 45.000 MW: si estas centrales estuvieran produciend­o durante todo el año de manera ininterrum­pida, tendríamos suficiente con ellas para abastecer toda la demanda eléctrica de nuestro país. El problema es que no lo hacen y, por eso, necesitamo­s una tecnología de apoyo que sea rápida de activar (cuando las renovables no generen lo suficiente) y también de desactivar (cuando las renovables estén generando lo suficiente). Esa tecnología es el gas, cuyo precio se está disparando y es por tanto responsabl­e de encarecer el mercado mayorista. ¿Hay alternativ­as? A corto plazo, los consumidor­es pueden apostar por tarifas que no los expongan a la volatilida­d del mercado. El problema es que, a largo plazo, tienden a salir más caras. A medio plazo, confiar en que el gas se abarate internacio­nalmente o a que nuestra generación renovable no se mantenga tan inusualmen­te baja. A largo plazo, o bien apostar por otro modelo de generación eléctrica o bien por el desarrollo de tecnología­s vinculadas al almacenami­ento eléctrico.

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