La Razón (Cataluña)

Yolanda Díaz dice que Marx es mágico. ¿Se referirá a Groucho?

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No será por falta de colores. Al margen de los reflejos de las majestuosa­s ondas de su pelazo, Yolanda Díaz, ministra comunista en el Gobierno, es conocida como la nueva zarina roja, heredera de todos los juegos de tronos de Pablo Iglesias, y también como la purísima de la izquierda, me imagino que por su afición a vestirse eleganteme­nte de blanco inmaculado, un color que, según los expertos, transmite inocencia y buen talante. Así se aparece a los mortales, irradiando luz propia, no de la central eléctrica pública que quiere Echenique, aunque tampoco podamos decir que el suyo sea un blanco nuclear, que de nucleares, ni hablar, caca, nene. Dicen que así, de blanco impoluto y glamuroso, marca diferencia­s con el resto de sus colegas de Podemos, que tiran más bien hacia el desaliño no precisamen­te machadiano. Si algún día es presidenta y así se cumplen los buenos deseos de Iglesias y no tanto los de Ione Belarra, tomará posesión como la Virgen Blanca de la Moncloa (existe, palabra) pero jurando o prometiend­o con la mano izquierda sobre la biblia comunista, El Capital, y no precisamen­te como un guiño a

Garamendi. Para ir familiariz­ándose con la cosa, le ha escrito un sustancios­o prólogo al «Manifiesto comunista», en el que dice que «es un libro que nos habla de utopías, encriptada­s en nuestro presente, y en el que late, hoy como ayer, una tan vital como apasionada defensa de la democracia y la libertad». Me apunto al encriptado: como mejor está el comunismo es metido en una cripta, siempre que no sea en el Valle de los Caídos, porque de ahí lo pueden sacar a pasear en cualquier momento para celebrar el Día del Orgullo Rojo bajo los auspicios de Kim Jong-un en tanga. Yolanda levita para añadir: «Uno de esos libros mágicos e inagotable­s nacidos para perdurar». Y vienen mis dudas: ¿Está hablando la purísima de «Alicia en el País de las Maravillas» o de «La historia interminab­le»? Si fuera Irene Montero pensaría que se refiere a «La niñera mágica», pero no es el caso. Si lo dice por Marx, quisiera creer que lo dice por Groucho, ¿no? Es lo que tienen las marcas blancas comunistas, que pueden dejar el estalinism­o como los chorros del oro. Y sin prelavado.

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