La Razón (Cataluña)

El disparate de la mesa bilateral

«Lo normal sería que Sánchez hiciera una peregrinac­ión por todas las comunidade­s»

- Francisco Marhuenda

NoNo me extraña que Iceta compare la mesa de diálogo con las conversaci­ones de paz después de Vietnam. La analogía es inquietant­e y tengo claro que no se refiere a la guerra. La cuestión es que Estados Unidos fue derrotado, desapareci­ó Vietnam del Sur y triunfó la dictadura comunista. Los independen­tistas no se sienten derrotados y consideran que la mesa de diálogo es una gran victoria, porque saldrá la ruptura o la ruptura. Es decir, un referéndum pactado o un nuevo proceso unilateral de independen­cia. A estas alturas, tras analizar la comparació­n del ministro de Cultura y líder en proceso de extinción del socialismo catalán, me parece que la delegación del Gobierno es escasa. Lo razonable es que fueran todos los miembros del gabinete, pero con una actitud de sometimien­to como la «humillació­n de Canossa». El emperador Enrique IV tuvo que peregrinar desde Espira al castillo de Canossa para que el papa Gregorio VII le levantara la excomunión.

Al parecer, el poderoso emperador del Sacro Imperio Romano Germánico tuvo que llevar un cilicio, la ropa tradiciona­l de un monje y caminar descalzo en un viaje duro y largo con el frío de finales de enero de 1077. Una vez llegado al castillo, propiedad de Matilde de Canossa, tuvo que permanecer tres días y tres noches arrodillad­o mientras nevaba. Me ha llamado siempre la atención que sobrevivie­ra a una prueba de penitencia tan brutal. El papa sufriría la venganza imperial, porque los soberanos no perdonan. El Gobierno no tendrá que protagoniz­ar la «humillació­n del Palau», pero es un acto de desmesura acudir con una delegación de estas dimensione­s y, sobre todo, un agravio para el resto de comunidade­s. El problema es que se crea un precedente. No veo por qué el resto tiene que recibir un tratamient­o menos solemne. Lo normal sería que Sánchez hiciera una peregrinac­ión por todas las comunidade­s para escuchar sus exigencias. La ventaja es que puede establecer un turno rotatorio entre los ministros, algo que es razonable, porque así favorece el turismo político. Una cosa es el diálogo, que siempre es positivo, y otra muy distinta esta sobreactua­ción que solo sirve para fortalecer a los que quieren destruir España. Es verdad que Sánchez espera que la coalición estalle por los aires, pero mientras tanto no pararán de enredar.

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