La Razón (Cataluña)

El presidente: «No sirvo para gobernar»

«Pedro Sánchez es un hombre inteligent­e que no sirve para gobernar»

- Luis María Anson de la Real Academia Española

VariasVari­as veces ministro, en dos ocasiones presidente del Gobierno, Francisco Silvela acudió el 24 de octubre de 1903 al Congreso de los Diputados para afirmar durante la sesión parlamenta­ria: «Tened caridad al juzgarme por el único acto del que me considero culpable: el de haber tardado en declarar a mi país que no sirvo para gobernar».

Académico de la Real Academia Española, Francisco Silvela fue un notable escritor. Su libro sobre Felipe IV y sor María Agreda se puede calificar de notable; su ensayo acerca del arte de distinguir a los cursis de los que no lo son se cita todavía con frecuencia. Para Silvela cursi es aquel que presume de elegante en sus vestidos, palabras u obras sin serlo. No hay cursilería sin presunción.

Escribió Silvela en El Imparcial, el periódico de Ortega y Gasset, que 154 años después de su fundación tengo la suerte de presidir en su versión digital. Su artículo Sin pulso, cuando la pérdida de Cuba, ha pasado a la historia del periodismo español. Hacía esfuerzos para soportar a Cánovas que rompió con él. Tuvo la decencia de rechazar alianzas espurias y cargos con el rey Amadeo Amadeo y con la I República. Y acertó al proponer a Antonio Maura para que le sucediera en la presidenci­a del partido conservado­r.

No tengo la menor esperanza de que Sánchez declare, como Silvela, que no sirve para gobernar, pero me molesta que se denigre sin piedad al actual presidente del Gobierno. Sánchez es un hombre inteligent­e, que sabe agradecer los elogios, que encaja sin ira las críticas, que domina la oratoria y que mantiene una imagen razonable sin presuncion­es ni aspaviento­s. Pero no sirve para gobernar. No es capaz de advertir lo que va a pasar, cuando la gran política consiste en prevenir no en curar. Salvo algunas excepcione­s, se rodea de gente menor y mediocre. Carece de personalid­ad internacio­nal. Le desprestig­ia su invencible tendencia al engaño y la mentira. Las torpezas de Rajoy le encaramaro­n en el poder y para permanecer en él ha aceptado alianzas con secesionis­tas, proterrori­stas y comunistas, comprometi­endo gravemente la unidad de España y el respeto a la Constituci­ón. Y sigue pareciendo un actor que interpreta el papel de presidente del Gobierno.

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