La Razón (Cataluña)

DESPEDIDA DE LA VIRGEN

- Antonio Cañizares Llovera sus hombres la reclusas de este Centro Penitencia­rio, se ha acercado a estar con un convento de monjas dominicas, el de Santa Catalina, en Paiporta, especial hombres. Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo de Valencia

«Conocer a Dios es la verdadera sabiduría que salva al mundo, donde está el futuro y la esperanza»

ComoComo es público y conocido, el fin de semana pasado ha visitado Valencia una imagen de la Inmaculada, traída desde Éfeso, de la casa de María, donde la acogió san Juan Evangelist­a como Madre, tras entregárse­la Jesús en la Cruz. Esta imagen, de viaje a España, ha sido paseada por Loreto (Italia) donde está trasladada la pequeña casita de la Virgen desde Nazaret. Cuando llegó a Valencia, a la parroquia de san Miguel y San Sebastián, tan emblemátic­a, fue un estallido de gozo y alegría, de amor profundo hacia la Madre de Dios y Madre de todos, que brotaba de una fe sincera y de una confianza filial inenarrabl­e. Así es el con verdadero ardor de hijos a la Mare de Déu.

Se ha orado ante Ella, y, acompañánd­ola, se ha cantado por las calles de Valencia el Rosario de la Aurora, ha estado en la Catedral, iglesia madre de la diócesis de Valencia y signo y símbolo de toda la diócesis, en la Santa Misa que presido todos los domingos, ha visitado un monasterio de vida contemplat­iva, con muchas vocaciones de chicas jóvenes, ha estado con los pobres más pobres del Cotolengo y con la religiosas de la Casa Cuna y con quienes allí son atendidas como merecen las que van a ser o han sido madres, ha estado con los ancianos que cuidan las Hermanitas de los Ancianos Desamparad­os, ha visitado y ha entrado dentro de la cárcel de Picasent, donde con vivísima emoción la han llevado a mente castigado por la pandemia, se ha encontrado, en adoración eucarístic­a, en la basílica de la Mar de Déu els Desamparat­s con los jóvenes... En fin, ha sido como su visita a su prima Isabel, y todo lo ha llenado de gozo y alegría, porque con Ella hemos visto la salvación de Dios que nos viene a través de María: su Hijo Jesús.

Y con esta visita tan sencilla, sin triunfalis­mos ni alharacas, como correspond­e a la fiel servidora del Señor que se puso enterament­e a lo que Él dijese y a cumplirlo como la que se consideró esclava de Él, en una humildad admirable y con una fe y confianza plena y total, y así trajo la alegría y la esperanza que aquí en Valencia, en tan pocos días, hemos podido gozar de verdad quienes hemos estado con ella. Y Valencia, embarcada en la aplicación de un nuevo Sínodo diocesano, para responder a las necesidade­s y retos de nuestro tiempo, ha podido comprobar a través de Ella que el horizonte del mundo entero, de la Iglesia universal, de la Conferenci­a Episcopal, de la Iglesia en España, de la Iglesia en Valencia y de la Comunidad Valenciana no puede otro que Dios, sólo Dios, Dios por encima de todo, en el que tenemos todo y solo Él es necesario. Dios que se nos ha dado enterament­e en la Cruz, cuya fiesta de exaltación ayer celebramos, está con los que te decimos: Es inseparabl­e de los hombres, de los crucificad­os de nuestro tiempo, de los descartado­s, de los despreciad­os y víctimas del odio, de la violencia injusta, de la mentira, del dominio y manipulaci­ón de lo demás. Conocer a Dios, adorar a Dios, obedecer a Dios, darlo a conocer, como se nos ha dado a Jesucristo crucificad­o, esa es la verdadera sabiduría que salva al mundo, donde está el futuro y la esperanza. Esta visita de la imagen de la Inmaculada desde Éfeso, copia exacta de la que se venera en la capilla Arzobispal de Toledo –¿casualidad o providenci­a o signo?–, nos enseña todo esto, y nos dice, y repite, una y otra vez, como en Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga», y el agua se transformó en vino, la amargura y oscuridad tan presente en nuestros días por muchas circunstan­cias, se convertirá en luz, en alegría verdadera, ese es nuestro programa: el de Dios, el que Él llevó a cabo en María y por María, Madre de Dios, madre de la Iglesia y Madre nuestra, de todos los hombres, en favor de todos para recrear el mundo y hacer un mundo nuevo. Ah, y no olvidemos que el signo de María ha quedado plasmado en la bandera de Europa, de fondo azul y una corona con doce estrellas. Y además, no olvidemos tampoco que nos ha visitado esta imagen en el año Compostela­no, y como se apareciera junto al río Ebro, en Zaragoza, al Apóstol Santiago nos alienta y nos da ánimos para proseguir sin ningún temor ni miedo, ni vergüenza o timidez la obra evangeliza­dora, la misión de la Iglesia que la identifica. Ayer tarde, cuando despedíamo­s unos pocos esta imagen de la Virgen, para proseguir su viaje a Palma de Mallorca, junto al barco que allí le iba a trasladar, le decía: ¡Madre, durante unos meses te decíamos: MADRE, VEN; ahora, al final de estar en tu casa de Valencia, como en Éfeso, te decimos: ¡¡¡MADRE, QUÉDATE!!!

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