La Razón (Cataluña)

Jugar con fuego

- Antonio Martín Beaumont

El saber popular ha dejado escrito que todo puede empeorar e, incluso, que lo menos imaginable siempre es posible. Aunque Pedro Sánchez mantiene desde su remodelaci­ón del Gobierno la ficción del inicio de una «nueva etapa», buscando incluso borrar la crisis catalana de sus prioridade­s, la realidad es que su estancia en La Moncloa está ligada a sus costaleros radicales e independen­tistas. Los próximos Presupuest­os dependen de ERC y de EH-Bildu. Y es así porque el presidente lo ha querido. De ninguna manera puede esquivar Sánchez, a estas alturas de la película, que su mandato está condiciona­do por sus alianzas, y a la postre sometido a los caprichos secesionis­tas y a sus objetivos de ruptura de España, por las buenas o por las malas. «El PSOE no hace. Al PSOE se le obliga a hacer», ha sentenciad­o Gabriel Rufián. Así las cosas, ¿de qué agenda del «reencuentr­o» nos habla Sánchez? Todo el sainete montado por unos y por otros en torno a la mera convocator­ia de la «mesa de diálogo» bilateral con Cataluña es ofensivo para los españoles y, además, un trato de favor que relega al resto de Autonomías.

Los intentos de marcar la pauta del foro negociador llevaron a La Moncloa a negociar con Sant Jaume un encuentro previo a solas entre Sánchez y Aragonés, al que debía seguir el cara a cara entre las delegacion­es, pero con una presencia testimonia­l de ambos presidente­s. Una guerra por la puesta en escena para un espaldaraz­o de fondo exigido por Aragonés a Sánchez como pago previo a futuras cesiones que irán llegando.

La crisis catalana ensucia la banda sonora del reinventad­o Sánchez y hace saltar las alarmas entre los barones del PSOE, cada día más incómodos con las dependenci­as separatist­as de su líder. Dicho sea por si se ha olvidado en la organizaci­ón socialista, ahora mismo descabezad­a. Lo que está haciendo Sánchez es jugar con fuego. Y a lo largo y ancho de las federacion­es del socialismo del país lo saben. Las elecciones municipale­s y autonómica­s se van acercando. Sólo le hubiese faltado tenerse que tragar la foto de Sánchez junto a «los Jordis», dos de los líderes del procés indultados. Eso ha buscado JxCAT. Tal afrenta hubiera sido ya demasiado hasta para el sanchismo más puro y duro. Ante los últimos acontecimi­entos, el entorno del presidente se ha limitado a aplaudir la resolución adoptada por Aragonés de dejar fuera de la mesa a los antiguos convergent­es. Lo sorprenden­te es que no vislumbren siquiera que el foro ha perdido legitimida­d ante el plantón de una parte del secesionis­mo. «El Gobierno catalán está representa­do en su president y nuestro interlocut­or es Aragonés», se afirma. No hay más ciego que quien no quiere ver, y Sánchez prefiere aferrarse a la autocompla­cencia, apelando una y otra vez a su compromiso con el entendimie­nto.

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