DE SALÓN DE JUEGOS A DISPENSARIO
LaLa fotografía es reveladora sobre el estado de la pandemia en Japón. Una sala de pachinko –un sistema de juegos muy similar al de los pinballs– en Osaka, la zona occidental del país, se convirtió en dispensario de vacunación contra el covid para unos 1.500 empleados y sus familias, propietarios de tiendas cercanas y residentes. Existe urgencia extrema por inocular en medio de una tercera ola que ha disparado la infección y las cifras de pacientes graves. Cualquier rincón e iniciativa son bienvenidas para ganar un tiempo al contagio del que no disponen. La campaña de inmunización de la población arrancó con tardanza y se desarrolló con una parsimonia rayana en la ineficiencia sorprendente en un territorio y una comunidad reconocidos y orgullosos justo por el rigor y la seriedad. Para acrecentar las dificultades, el proceso se vio afectado por problemas como la detección de impurezas en varios lotes de los sueros. A diferencia de otras democracias y otros gobernantes tan cercanos, en Japón la censura ciudadana y la ética pública son factores determinantes y no subalternos en el devenir de las carreras políticas y las instituciones. Si ha habido negligencia en la respuesta de las autoridades y la impopularidad resulta indisimulable, se asumen responsabilidades. Ha ocurrido con la carrera del primer ministro de Japón, Yoshihide Suga, que ha anunciado que no se presentará a las elecciones generales de otoño tras un año en el cargo. Su fama de gestor discreto y meticuloso le habían convertido en un candidato de compromiso, pero ha sido superado por una crisis demoledora.