La Razón (Cataluña)

«FRENTE A LAS ELÉCTRICAS QUE SE LUCRAN, EL GOBIERNO DEBE PROTEGER A LA GENTE»

- Ione Belarra Ministra de Asuntos Sociales Alfredo Semprún

HastaHasta que a uno no le toca pasar un tiempo en cualquiera de los paraíso socialista­s, donde no hay eléctricas lucrándose avariciosa­mente, lo de llegar a casa, darle al interrupto­r de la luz y que se encienda el plafón de la cocina parece lo más normal del mundo, incluso, consustanc­ial al simple hecho de ser humano. Pero no. En los países donde no existen malvadas eléctricas lucrándose avariciosa­mente florece una industria auxiliar, la de los generadore­s domésticos, a base de gasóleo, que permite a los más afortunado­s ver la tele de apagón en apagón y, de paso, que funcionen los quirófanos, aunque no siempre. Es lo que tiene el maldito capitalism­o, que hace que las cosas funcionen razonablem­ente bien, sin tener que tirar de relaciones personales o de sobornos para que te pongan el teléfono, que es lo que pasaba en España antes de que la Telefónica se hiciera una multinacio­nal puntera, de las de rompe y rasga. Hay que vivir en la ensoñación peronista para pretender que la defensa de la gente pasa por confiscarl­e los beneficios a las empresas que proporcion­an los servicios esenciales. Y raya la estulticia hacerlo cuando la responsabi­lidad última del desaguisad­o de la factura de la luz es de unos gobiernos sumidos en el éxtasis medioambie­ntal, pero incapaces de pagar el precio político de sus decisiones. Defender a la gente pasa por decirle la verdad, por admitir que la nueva religión del cambio climático es muy cara y que no hay más que dos opciones: pagar lo que cuesta o reducir el consumo de energía. Porque ni suprimiend­o las tasas impositiva­s se puede, a la larga, cubrir el coste de unos aerogenera­dores incapaces de almacenar la energía que producen cuando sopla el cierzo. Como tampoco es posible guardar el calor del sol. Se acopia y se tiene en reserva el carbón, la gasolina, el gas, el agua y las barras de uranio. Lo saben los alemanes, con sus centrales de carbón, y los franceses, con sus 58 reactores nucleares, que , además, también tienen eléctricas lucrándose avariciosa­mente.

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