«FRENTE A LAS ELÉCTRICAS QUE SE LUCRAN, EL GOBIERNO DEBE PROTEGER A LA GENTE»
HastaHasta que a uno no le toca pasar un tiempo en cualquiera de los paraíso socialistas, donde no hay eléctricas lucrándose avariciosamente, lo de llegar a casa, darle al interruptor de la luz y que se encienda el plafón de la cocina parece lo más normal del mundo, incluso, consustancial al simple hecho de ser humano. Pero no. En los países donde no existen malvadas eléctricas lucrándose avariciosamente florece una industria auxiliar, la de los generadores domésticos, a base de gasóleo, que permite a los más afortunados ver la tele de apagón en apagón y, de paso, que funcionen los quirófanos, aunque no siempre. Es lo que tiene el maldito capitalismo, que hace que las cosas funcionen razonablemente bien, sin tener que tirar de relaciones personales o de sobornos para que te pongan el teléfono, que es lo que pasaba en España antes de que la Telefónica se hiciera una multinacional puntera, de las de rompe y rasga. Hay que vivir en la ensoñación peronista para pretender que la defensa de la gente pasa por confiscarle los beneficios a las empresas que proporcionan los servicios esenciales. Y raya la estulticia hacerlo cuando la responsabilidad última del desaguisado de la factura de la luz es de unos gobiernos sumidos en el éxtasis medioambiental, pero incapaces de pagar el precio político de sus decisiones. Defender a la gente pasa por decirle la verdad, por admitir que la nueva religión del cambio climático es muy cara y que no hay más que dos opciones: pagar lo que cuesta o reducir el consumo de energía. Porque ni suprimiendo las tasas impositivas se puede, a la larga, cubrir el coste de unos aerogeneradores incapaces de almacenar la energía que producen cuando sopla el cierzo. Como tampoco es posible guardar el calor del sol. Se acopia y se tiene en reserva el carbón, la gasolina, el gas, el agua y las barras de uranio. Lo saben los alemanes, con sus centrales de carbón, y los franceses, con sus 58 reactores nucleares, que , además, también tienen eléctricas lucrándose avariciosamente.