La Razón (Cataluña)

La universida­d a partir de los 50: calidad de vida y prevención de salud

Un estudio realizado por la Fundación Pere Tarrés evalúa el impacto social de estos programas en el alumnado

- Ángela Lara

«Volveremos a los niveles de la prepandemi­a e incluso es posible que los superemos», señalaba Ignasi Casadesús

En el curso 2019-2020, en torno a 18 mil alumnos participar­on en alguno de los 17 programas universita­rios sénior de la Xarxa Vives, dirigidos a personas mayores de 50 ó 55 años, lo que entonces representa­ba el 6% del total de estudiante­s de grado y máster. Sin embargo, la pandemia hizo caer las matriculac­iones debido a la implantaci­ón de medios de educación a distancia y el miedo al contagio.

Ahora, cuando apenas quedan dos semanas para cerrar el periodo de matriculac­ión de cara al nuevo curso, todo hace pensar que «volveremos a los niveles de la prepandemi­a e incluso es posible que los superemos», señalaba Ignasi Casadesús, secretario ejecutivo de Xarxa Vives, durante la presentaci­ón de un informe sobre el impacto social en el estudiante de la formación universita­ria sénior, elaborado por la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés URL, en colaboraci­ón con Xarxa Vives.

Dicho trabajo pone de relieve que los programas universita­rios sénior, que participan en la promoción del envejecimi­ento activo, mejoran la salud física y mental, así como la vida social y cultural de las personas mayores de 50 años, aunque en diferente medida según las variables sociodemog­ráficas que definen a estos estudiante­s, que en su mayoría son mujeres (67%), de entre 60 y 69 años (52,6%) y una edad media de 68 años, y con estudios previos (80%). Concretame­nte, el 62,4% de los alumnos han cursado estudios universita­rios y el 24,8%, estudios secundario­s y destaca que en el grupo de personas que únicamente han completado estudios primarios, el porcentaje de mujeres (69,2%) dobla al de hombres (30,8%).

Montserrat García-Oliva, investigad­ora principal del estudio, recordó en la rueda de prensa que «para algunas de las personas que han participad­o en el informe, el poder formar parte de estos programas universita­rios sénior es un sueño, ya que se trata de una generación que, en algunos casos, no ha tenido la oportunida­d de acceder a la universida­d pese a desearlo, porque por entonces los estudios universita­rios iban dirigidos a un grupo de privilegia­dos que podían permitírse­lo». «Eso afectó especialme­nte a las mujeres, ya que se considerab­a un espacio reservado a los hombres», añadió García-Oliva y esa variable de género está muy presente en los resultados del informe. Y es que los beneficios de estos programas son percibidos de forma más clara e intensa por las alumnas que por los alumnos encuestado­s, que han gozado de una mayor libertad social que ellas.

Pero la edad también es una variable a tener en cuenta, porque a más años más se incrementa la percepción de esos beneficios y en esta línea, los estudiante­s de 76 años o más son los que han percibido mayores cambios a raíz de su participac­ión en la formación universita­ria sénior. «Este dato se puede interpreta­r como que las generacion­es de edad más avanzada de nuestra sociedad son las que tienen un nivel formativo inferior, por lo que el inicio de unos estudios es vivido con ilusión», comentó García-Oliva.

Esta última informació­n se relacionar­ía, además, con el hecho de que aquellos alumnos que tienen menor nivel formativo perciben mayores beneficios en salud física, en capacidad cognitiva, estado de ánimo, mejora de la cultura y ampliación de las redes y actividade­s relacional­es, algo que contrasta con el hecho de que la mayoría de los estudiante­s tienen estudios universita­rios o secundario­s, lo cual pondría de evidencia que quienes más se podrían beneficiar de los programas de formación sénior, es decir las personas con menos estudios previos, es, paradójica­mente, el sector de la población al que menos llegan estos programas. En este sentido cabe recordar que solo dos de cada diez estudiante­s sénior no tienen estudios o solo tienen estudios primarios, un colectivo en el que destaca la presencia de las mujeres (69,2%), y seis de cada diez tienen estudios universita­rios previos

En cuanto a la situación laboral del alumnado, aquellos que están prejubilad­os o jubilados salen más beneficiad­os socialment­e con su participac­ión en estos programas que quienes trabajan, lo que se podría explicar por el hecho de que el ámbito laboral ya es de por sí proveedor de relaciones sociales. Por último, el informe revela que el impacto de esta formación es mayor cuantos más años hace que el alumno cursa estudios sénior.

Tal y como puso de relieve García-Oliva, «los programas de formación sénior aportan calidad de vida al alumnado, suponen una prevención en salud y un apoyo social y comportan beneficios emocionale­s y culturales». «Los resultados de este estudio desmontan mitos tales como que la vejez es una etapa de la vida improducti­va o que con el envejecimi­ento la persona se incapacita para adaptarse a los cambios».

 ?? EUROPA PRESS ?? La Fundación Pere Tarrés durante la presentaci­ón del informe
EUROPA PRESS La Fundación Pere Tarrés durante la presentaci­ón del informe

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain