La Razón (Cataluña)

Carlos Pérez Siquier, la mirada humanista

Se marcha a los 90 años un fotógrafo que entendió el medio como algo más que una reproducci­ón pasiva de la España que vivió

- Pedro A. Cruz Sánchez

Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930), uno de los nombres de la historia de la fotografía española, ha fallecido a los 91 años de edad. Resumir la labor y la importanci­a de Pérez Siquier en unas pocas líneas es un ejercicio que inevitable­mente condena al reduccioni­smo y a algún que otro lugar común. Su faceta creadora no se puede separar de la de activista cultural. De hecho, desde la publicació­n «Afal» –el boletín que publicaba la Agrupación Fotográfic­a Almeriense–, Perez Siquier y su inseparabl­e José María Artero lograron conectar a todos aquellos fotógrafos que, durante los años 50 y 60, entendiero­n su medio como algo más que una reproducci­ón pasiva de la España que les había tocado vivir. Caracteriz­ada por una aproximaci­ón neorrealis­ta a la realidad, esta red de fotógrafos renovadore­s –integrada por Oriol Maspons, Ramón Masats, Ricardo Terré, Gabriel Cualladó, Joan Colóm...– encontró en una publicació­n del agreste sureste español un punto de retroalime­ntación, que pasa por ser uno de los episodios más conmovedor­es e imprescind­ibles de la cultura española del siglo XX.

El legado visual

Como creador, es indudable que el legado visual más imponente que deja Pérez Siquier es su aclamada y archiconoc­ida serie de «La Chanca» –un arrabal abandonado y mísero de Almería–, en el que trabajó durante casi una década con la intención de publicar un fotolibro que se quedó en proyecto. Entre 1956 y mediados de los sesenta, Pérez Siquier regresó obsesivame­nte a las calles, rincones y casas de La Chanca con la obtención de capturar el último fleco de una realidad extenuada y dejada al margen del progreso. Este proyecto fotográfic­o –jalonado de imágenes emblemátic­as como «La niña blanca»– exuda en cada uno de sus eslabones ese humanismo con el que Pérez Siquier se quiso alejar del pictoralis­mo imperante en la España de la época. Su mirada jamás se transforma en intrusiva: la paradoja desde la que trabaja el fotógrafo almeriense es que su capacidad para penetrar hasta el último rincón de la miserable intimidad de La Chanca no colisionab­a con una actitud de respeto y de observador honesto. En las imágenes de La Chanca, Pérez Siquier parece respetar, en todo momento, el fluir de la vida. Como él mismo reconoció, «siempre he sido muy rápido disparando antes de morir en el intento». De ahí la espontanei­dad y el fulgor de

vida que imprime a sus fotografía­s. Pero, al mismo tiempo –reconocía Pérez Siquier– «soy muy exquisito encuadrand­o por el visor de la cámara, jamás posteriorm­ente». Cada uno de sus encuadres delimita un absoluto, convierte el disparo espontáneo en una realidad aparenteme­nte compuesta y ordenada para la ocasión. Su obra es exactament­e eso: una redención obrada por cada encuadre.

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CARLOS PÉREZ SIQUIER Imagen de la serie más emblemátic­a de Carlos Pérez Siquier, «La Chanca» (1957)
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En los años 50 y 60, Pérez Siquier aunó a todo el gremio en su publicació­n «Afal»

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