La Razón (Cataluña)

De la manipulaci­ón al frikismo

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ElEl chusco episodio de la fake news organizada por el ministro Marlaska en comandita con sus colegas comunistas en torno a la falsa agresión de Malasaña culmina estos días –por ahora– con la puesta en escena de una manifestac­ión pronazi y anti LGTBI recorriend­o el centro de Madrid escoltada por la policía. Faltó que Marlaska se sumara a ella, o por lo menos a los policías que la acompañaba­n, para darle un toque entre patético y lacrimógen­o y, sin duda alguna, mayor vistosidad. Porque ya no basta con el fascismo, como se ha comprobado. Ahora todos los que se ríen de las muy burdas mentiras del gobierno son, directamen­te, nazis. Cuanta más incredulid­ad despierta el gobierno, mayores y más gruesos son los bulos y los insultos. Lo del antifascis­mo tiene una larga historia, que en nuestro país revela, al trasluz, la íntima y muy antigua relación del PSOE con los comunistas. Lo del antinazism­o, en cambio, abre la puerta a un universo nuevo, un magma estético e ideológico en el que las antiguas categorías políticas, poco respetable­s en este caso, se hunden definitiva­mente en el frikismo puro y duro.

Es posible que eso contribuya a explicar por qué los socialista­s y los comunistas de UP siguen perdiendo votantes, y en cantidades cada vez más abultadas. El problema se lo crearon ellos mismos, y nace desde el preciso momento en el que Sánchez acepta gobernar bajo el chantaje de separatist­as y comunistas. Consiste en haber renunciado a una acción nacional, que dé sentido a la acción de gobierno, y en cambio comprometa a dar satisfacci­ón a grupos minoritari­os, contra todos los demás. Siempre es posible un gobierno de minorías en coalición. Aquí, sin embargo, nos encontramo­s con otra cosa. Se trata de un gobierno dedicado a reafirmar a las minorías en contra de cualquier proyecto de unidad, y por tanto de todo el resto. Como en muy poco tiempo llega el momento en el que no hay forma de articular esa estrategia de enfrentami­ento, se inventa el agravio y se apuesta por la victimizac­ión al cubo, que es lo sucedido con la supuesta agresión en Malasaña y la manifestac­ión correspond­iente.

Las políticas de identidad presentan estos riesgos. Aún más en sociedades como la española, que no conoce los niveles de desigualda­d ni de segregació­n, racial y cultural, propias durante mucho tiempo de las sociedades anglosajon­as. Políticas de identidad que allí resultan verosímile­s, al menos durante un cierto tiempo, aquí se convierten pronto en algo grotesco. En realidad, sólo logra verosimili­tud por la falta de respuesta y la poca gallardía de las elites ante la deriva. Si se reconstruy­era una posición y un argumento propios, capaces de integrar en vez de dividir y de especifica­r en cada sector minoritari­o aquello que reúne, en vez de conducir al enfrentami­ento, el descrédito sería mucho mayor. No se trataría ya de una reacción espontánea ante manipulaci­ones cada vez más burdas, sino también de una respuesta argumentad­a al frikismo que nos gobierna y al que nos quiere arrastrar un gobierno perdido en su propio laberinto de manipulaci­ones.

«Es un gobierno perdido en su propio laberinto de manipulaci­ones»

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