La crisis global del gigante chino
Las bolsas mundiales se tambalean después de que una de las principales promotoras inmobiliarias chinas, Evergrande, haya amagado con impagar su deuda. Los pasivos de la compañía ascienden a 300.000 millones de dólares y para hacer frente a ellos apenas cuenta con una caja de 15.000 millones. En principio, las cifras no tendrían por qué ser reveladoras de ningún colapso inminente: una compañía puede tener poca tesorería y mucha deuda, pero si esa deuda es a muy largo plazo acaso consiga ir realizando el resto de su activo con el paso del tiempo y, por esa vía, ir logrando la liquidez que necesita para hacer frente a los vencimientos futuros de su deuda.
El problema es que la mitad de los pasivos de Evergrande (unos 150.000 millones de dólares) son deuda con proveedores, esto es, deuda a un plazo relativamente breve: por consiguiente, el coloso chino tiene diez veces menos tesorería de la que necesitaría para atender sus obligaciones a corto-medio plazo. De nuevo, esto no tendría por qué ser crítico si el resto de activos de la compañía fuesen derechos de cobro a corto plazo contra sus clientes: de ser así, Evergrande adeudaría mucho a corto plazo pero también le sería adeudado mucho a corto plazo. Como suele decirse coloquialmente, las gallinas que entran por las que salen. Pero nuevamente ése no es el caso: el 60% del activo total de la compañía es inventario, es decir, mercancías que todavía han de ser vendidas antes de poder ser cobradas. Y, otra vez, este problema no tendría por qué ser letal si esas mercancías pudiesen venderse a buen precio en un lapso relativamente breve de tiempo: por ejemplo, si estuviéramos ante un supermercado, no tendríamos por qué preocuparnos en exceso.
Sucede que, como es obvio, ése tampoco es el caso: los inventarios de Evergrande son viviendas que no pueden enajenarse de la noche a la mañana salvo con grandes sacrificios en el precio. Mas si la empresa ha de rebajar mucho el precio de sus inmuebles para poder enajenarlos, Evergrande no será capaz de obtener toda la tesorería necesaria para amortizar sus deudas, esto es, la crisis de liquidez se convertiría en crisis de solvencia.
Cuando una empresa se enfrenta a este tipo de coyunturas, lo habitual es que sus acreedores le den más tiempo refinanciando sus deudas: así dispone de mayor margen para realizar en buenas condiciones su activo y todos los acreedores terminan cobrando el 100% de lo que se les debe. Sin embargo, en esta ocasión tampoco parece que vaya a ser posible: la mayor parte del inventario de Evergrande no son viviendas terminadas y disponibles para ser ocupadas de inmediato, sino promociones a medio terminar en ciudades secundarias o terciarias de China.
Quienes refinancien se arriesgan a ser los últimos en cobrar y a quedarse, por tanto, sin nada. Por eso los mercados temen que la caída de este Lehman Brothers chino esté cada vez más cerca… salvo que acuda el Estado chino al rescate. ¿Lo hará? Veremos.