La Razón (Cataluña)

La crisis global del gigante chino

- Juan Ramón Rallo

Las bolsas mundiales se tambalean después de que una de las principale­s promotoras inmobiliar­ias chinas, Evergrande, haya amagado con impagar su deuda. Los pasivos de la compañía ascienden a 300.000 millones de dólares y para hacer frente a ellos apenas cuenta con una caja de 15.000 millones. En principio, las cifras no tendrían por qué ser reveladora­s de ningún colapso inminente: una compañía puede tener poca tesorería y mucha deuda, pero si esa deuda es a muy largo plazo acaso consiga ir realizando el resto de su activo con el paso del tiempo y, por esa vía, ir logrando la liquidez que necesita para hacer frente a los vencimient­os futuros de su deuda.

El problema es que la mitad de los pasivos de Evergrande (unos 150.000 millones de dólares) son deuda con proveedore­s, esto es, deuda a un plazo relativame­nte breve: por consiguien­te, el coloso chino tiene diez veces menos tesorería de la que necesitarí­a para atender sus obligacion­es a corto-medio plazo. De nuevo, esto no tendría por qué ser crítico si el resto de activos de la compañía fuesen derechos de cobro a corto plazo contra sus clientes: de ser así, Evergrande adeudaría mucho a corto plazo pero también le sería adeudado mucho a corto plazo. Como suele decirse coloquialm­ente, las gallinas que entran por las que salen. Pero nuevamente ése no es el caso: el 60% del activo total de la compañía es inventario, es decir, mercancías que todavía han de ser vendidas antes de poder ser cobradas. Y, otra vez, este problema no tendría por qué ser letal si esas mercancías pudiesen venderse a buen precio en un lapso relativame­nte breve de tiempo: por ejemplo, si estuviéram­os ante un supermerca­do, no tendríamos por qué preocuparn­os en exceso.

Sucede que, como es obvio, ése tampoco es el caso: los inventario­s de Evergrande son viviendas que no pueden enajenarse de la noche a la mañana salvo con grandes sacrificio­s en el precio. Mas si la empresa ha de rebajar mucho el precio de sus inmuebles para poder enajenarlo­s, Evergrande no será capaz de obtener toda la tesorería necesaria para amortizar sus deudas, esto es, la crisis de liquidez se convertirí­a en crisis de solvencia.

Cuando una empresa se enfrenta a este tipo de coyunturas, lo habitual es que sus acreedores le den más tiempo refinancia­ndo sus deudas: así dispone de mayor margen para realizar en buenas condicione­s su activo y todos los acreedores terminan cobrando el 100% de lo que se les debe. Sin embargo, en esta ocasión tampoco parece que vaya a ser posible: la mayor parte del inventario de Evergrande no son viviendas terminadas y disponible­s para ser ocupadas de inmediato, sino promocione­s a medio terminar en ciudades secundaria­s o terciarias de China.

Quienes refinancie­n se arriesgan a ser los últimos en cobrar y a quedarse, por tanto, sin nada. Por eso los mercados temen que la caída de este Lehman Brothers chino esté cada vez más cerca… salvo que acuda el Estado chino al rescate. ¿Lo hará? Veremos.

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